Libertad de expresión avalada por el Tribunal Supremo -véase Público- que le permite decir al citado individuo que "lo que mejor podían hacer con el Valle de los Caídos, previo al hecho de sacar los restos de los allí enterrados, era volar todo".
Para el mínimo Tribunal Supremo, estas palabras de Anasagasti -que perpetró en un artículo publicado en Deia- no incitan al odio ni a la violencia, ni contienen "de por sí un contenido vejatorio ni discriminatorio". Para el Tribunalillo, de la manita con la Fiscalía y de acuerdo con la doctrina del primo de zumosol del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, afirmar que hay que dinamitar un templo consagrado como Basílica es cosa de simple opinión.
Como el fulano Anasagasti -en el mismo artículo- decía que "Madrid limita al sur con una vergüenza mayor, el Valle de los Caídos, con Franco dentro", me considero eximido de presentar más prueba de que Anasagasti es un indocumentado, un necio, un inculto y un tonto. Porque todo el mundo sabe que el Valle de los Caídos está al norte -noroeste, por mayor exactitud- de Madrid.
Pero esta declaración del prevaricador supremo sobre la libertad del tontiloco para hablar sin saber de qué, sin saber con qué, y sin saber por qué, me va a permitir decir otras cuantas cosas acogiéndome al mismo derecho.
Así, espero que señor fiscal incompetente de guardia y -llegado el caso- en tribunalillo prevaricador que corresponda, entiendan que las declaraciones que siguen son "opinables, evaluables y cuestionables, pero se hallan dentro de los límites de la libertad de expresión, y desde luego no entran dentro del perímetro de cobertura de la norma penal que cita la parte querellante (art. 510 del C. Penal)".
Por tanto, espero que no sea considerada violencia, ni incitación, ni vejación, ni discriminación, la sugerencia de que lo mejor que se podría hacer con el alopécico vergonzante Aasagasti, es meterle un cartucho de dinamita por el camino recto, y explotárselo -por control remoto, para quedar al resguardo de la mierda-, previo sirenazo de aviso, como suele hacerse con las demoliciones de lo viejo, caduco, desfasado e inservible.
Entiendo que en este mundo tiene que haber de todo -hay gente p'a tó, que dijo El Guerra cuando le presentaron a Ortega y Gasset como filósofo-, y así la infinita bondad de Dios Nuestro Señor permite que existan los Unamuno y los Anasagasti; las águilas y las cotorras; los halcones y los buitres; que usemos el mismo idioma Rafael García Serrano y yo.
Pero también que coexistan los Anasagasti y los paramecios; los Anasagasti y los batracios; los Anasagasti y las hienas; que haya cabras, cabritos, cabrones y Anasagastis.
Todo ello, por supuesto, sin -como indica el tribunalillo ínfimo- vejar ni discriminar, y ruego me disculpen por la asociación con Anasagasti los paramecios, los batracios, las hienas, las cabras y los cabritos. Los cabrones no, que vienen a ser lo mismo.
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