Que, como seguramente ya saben -vean si no El Mundo o El País-, están siendo sometidas a reparación. Muy mal deben estar, cuando la reparación es tan urgente como para impedir el sarao anual de las visitas en fecha constitucional, cuando los ciudadanitos demócratas son guiados al hemicirco -no es errata, ojo, sino definición intencionada- a contemplar lo único de interés que el edificio alberga: las huellas de los disparos al techo del 23-F.
Por lo demás, no se comprende a qué viene tanto aspaviento, tanto asombro y tanta discusión. ¿O es que alguien no sabía aún que el Congreso está lleno de goteras?
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