Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 24 de mayo de 2012

SOBRE LA CITA.

La que se saltaron ayer los Rectores de las Universidades españolas con el ministro del ramo, señor Wert.

Faltar a una cita, para personas civilizadas -que no es el caso, al parecer- se considera una falta de educación. Negarse a hablar de un tema -del que sea, salvo los intocables: aquellos que afectan a la Justicia o a la Patria- demuestra habitualmente una falta de ideas, de capacidad de razonamiento y de buena voluntad.

Por tanto, los señores Rectores universitarios han demostrado ser unos maleducados y unos necios.

Y ahora, señor Wert, le sugiero que mire muy bien su agenda, porque acaso debería tenerla ocupada hasta dentro de un par de años por lo que a estos cenutrios se refiere.

3 comentarios:

ansiadalibertad dijo...

¡Qué nivel!, ni rectores ni leches, aquí ya no queda nadie, ya no queda nada

Unknown dijo...

Patetismo agudo el que nos ha dejado el Bufón mayor del Reino después de siete largos años de desgobierno. Hay que hacer una buena límpia y una reestructuración radical de todo, desde la base a la cúpula. Empiezo a creer que lo de Mariasno es más de lo mismo y por el momento, el único que demuestra cierta valía es Margallo con lo de Gibraltar. Fuerza y Audacia.

Un saludazo.

Juan dijo...

No te equivoques, Rafa. Los rectores hicieron lo que tocaba. Se pidió la reunión para hablar de los recortes que el ministro dejó caer sin tan siquiera consultar. Y, al margen de la protesta esperable (muy diplomática), se pedían aplicaciones prácticas del mismo: como se come ese marrón que el ministro, que no tiene ni puta idea de lo que es la universidad española, ha dejado caer.

La reunión se convocó... sin ese punto en el orden del día y, además, ELIMINANDO el punto de ruegos y preguntas.

La CRUE lo tomó como una ofensa y se lo hizo saber por escrito al ministro. Le pidió que, al menos, abriera ese punto.

El ministerio dio la callada por respuesta.

Y los rectores, con un cabreo unánime, mayor que nunca en la universidad española, incluidos los cacareados años 60, le dijeron que si el monopoly era suyo, que jugara solo, pero que no querían servir de coreografía para su baile impuesto.

En resumen: hacer otra cosa hubiera sido una indignidad para la universidad española, que desde dentro NO hubieramos perdonado jamás a los miembros de la CRUE. Miembros, que, hay que recordar, no son particularmente protestones, lo que si se les echa en cara.

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