Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 4 de enero de 2012

SOBRE MAS DATOS ACERCA DE LOS BANCOS AVALADOS.

Decíamos ayer -y fray Luis de León me disculpe el plagio, pero en este caso es así, y fue ayer- que los bancos avalados por importe de 100.000 millones de euros siguen teniendo beneficios astronómicos, y cobran comisiones abusivas y usurarias a sus clientes. Que somos todos, a ver qué remedio.
Pues para no dejarme mentir, y para que nadie piense que me dejo llevar, en el periódico 20 Minutos de hoy -página 5 de la edición en papel de Madrid- se informa de que los bancos subieron el año pasado una media del 17% las comisiones de las tarjetas de débito, y un 9,65% para las de crédito, situando el importe de dichas comisiones en 20,25 euros y 37,71 euros anuales respectivamente.
A esto, súmenle las comisiones por apertura de cuentas, por cada movimiento o apunte en cada cuenta, por correo enviado, por pedir información -no hace mucho lo autorizó don José Luis Rodríguez-, por usar cajeros que no sean de la misma entidad, y -sin exagerar demasiado- por dar los buenos días.
Y resulta que mientras los bancos se lucran, se forran, nos atracan, nos chulean y nos dan capones por no tener una nómina suficientemente abultada para merecer su interés, el Gobierno les avala y les facilita millones nuevamente.
Lo mismo da que gobierne el socialismo que el peperismo: los que mandan son siempre los bancos. Entiéndase que a los bancos cabe sumar las grandes empresas, las multinacionales y los chulos foráneos.
Ya se que un aval no presupone la disposición del dinero; que es una mera garantía para que el avalado obtenga unos créditos; pero ¿alguien apuesta a que hará falta recurrir a ello?
Pues eso: que mientras los bancos cobran al cliente hasta por llevarles dinero, el Gobierno les da el dinero de nuestros bolsillos que aún no nos ha quitado el banco. Vote usted a un mariano -sustantivo genérico- para esto.
Y no se trata -como andan diciendo desaforados en los medios de comunicación de derechas- de que se critique el Gobierno del PP a las dos semanas de empezar, y de que haya que darles tiempo. Tiempo tendrán -cuatro años los tienen garantizados, dentro de lo que la Ley marca-; pero los comienzos no pueden ser peores. Todos sabíamos -todos- que nos esperaba una buena; que habría que recuperar los cinco años perdidos en gilipolleces por Rodríguez y el PSOE; que habría que hacer recortes, que ajustar gastos, que aceptar sacrificios y que trabajar duro.
Todos sabíamos -todos- que se había terminado la juerga, que ya era imposible mantener el dispendio, que se habían finalizado los gestos para la galería de una UE que nos miraba con lupa porque aquí, con la que estaba cayendo, seguíamos de fiesta en fiesta, de subvención en subvención, de cachondeo en cachondeo, de talante en talante.
Pero todos pensamos -salvo los palmeros del PP, que los hay tanto como del PSOE, y acaso en mayor medida de dependencia ovejuna- que los recortes y sacrificios tenían que ser para todos y en la debida proporción; esto es, en proporción directa y no inversa. Es decir, que pague más el que mas tiene, que es lo que marca la tabla de la justicia social.
Y nos encontramos con que el PSOE subió impuestos, bajó sueldos y congeló -bajó- pensiones; y con que el PP sube impuestos y congela -baja- sueldos y pensiones. ¿Para esto hacía falta gastarse miles de millones de euros en campañas electorales, en urnas, en dietas de presidentes y vocales de mesa electoral, de miembros de Juntas Electorales, de policía nacional y municipal, en habilitar centros de proceso de datos, en papeletas y en chorradas diversas para el día de la urna cuatrienal?
¿Hacía falta cambiar de Gobierno para seguir exprimiendo a los trabajadores, a los autónomos, a los pequeños empresarios, mientras se regala dinero a manos llenas y fondo perdido a los bancos que se ven atosigados hoy por su codicia de ayer? Y que nadie me tome el número cambiado: que no digo que haya dejar que los bancos quiebren, porque los clientes que tienen en ellos sus cuentas y sus ahorros deben ser protegidos; lo que digo, es que los bancos que trinquen pasta del Estado -que somos todos- pasen a ser propiedad -en la parte que corresponda- del Estado, y de esta manera se puedan facilitar créditos a bajo interés a quien lo necesite para -por ejemplo- mantener los puestos de trabajo en una empresa que está ahogada porque la Administración no le paga.
En fin: no quiero extenderme más. Creo que quien no tenga anteojeras de sumisión ya me ha entendido. Para quien no me haya entendido y tenga preguntas u objecciones de buena fe, aquí estoy.
Y para los del pajarraco grabado a fuego en el anca, también estoy, pero de otra guisa, ya me comprenden.

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