Desde Gramsci -y antes- sabemos que algo modifica la realidad con facilidad: el cambio de la idea que contiene cada palabra. Aparatos nuevos (teléfonos, coches, televisores, etc...) y palabras traicionadas.
Estos días, desde las teles, están cayendo en las mentes enormes e imposibles teorías que muchísimos dan por buenas. Es fácil oír en cualquier sitio que "Juzgar corresponde solamente a los tribunales;" barbaridad que nos conduce a una cierta esclavitud mental. Todos sabemos, o sabíamos, que el juicio es fundamental para el pensamiento. Y para el razonamiento. Juzgar, calificar: otra cosa es abstenerse voluntariamente del uso de la mente, ya por incapacidad, por algo mal aprendido o por maliciosas intenciones que nos inviten a desentendernos del mundo real. Para pensar -váyase a Aristóteles por ejemplo- es necesario calificar. Con unir dos hechos o palabras con un es ya se ha hecho un juicio. Cosa fácil. Pedro es Bueno; Zapatero está derrotado. Juicios que conducen a verdades. O a errores de bulto, como Rajoy es activo. Juzgar no corresponde a los tribunales sino a todos los hombres. Otra cosa es que nuestros juicios no estén amparados por la policía y se vuelvan obligatorios. Valga el ejemplo de tres juicios que ya se han muerto bajo el peso de la idiotez: España es una. España es grande. España es libre. Pero aunque dijéramos España era una también estaríamos juzgando fuera de los tribunales pero a favor de la razón. Cosas elementales, que todos sabemos, pero que conviene recordar de tanto en tanto.
No juzgues y no serás juzgado nos dicen los Evangelios. Pero como hoy serás juzgado incluso si callas, juzga bien y verás qué nos pasa.
En este mundo virtual y falso en el que vamos viviendo, casi autómatas, también abunda en estos días, el viejísimo dicho que le salió al presidente Suárez pero que no es suyo: "Hacer legal lo que es real en la calle." Argumento amado por quienes quieren dejar caer sobre nosotros más drogas aún.
Cuántas cosas se ven, bien reales, en la calle: robos, con o sin escalo, asesinatos, falsos testimonios, mentiras, interesadas, malicias mil... ¿Es eso lo que conviene hacer legal? Pero la potencia de los medios, su insistencia y nuestra falta de prevención convierten irracionalidades en razones que mueven el criterio. Pero en esas cosas tan elementales -que son juicios por cierto) estamos confiando nuestra independencia, nuestra justicia y, por lo tanto, la libertad.
Arturo Robsy
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