Necesaria, acaso, sobre la entrada inmediatamente anterior que -por mor de la distribución a que obliga el uso de este medio-, aquí es la que a continuación sigue. Para entendernos, la titulada SOBRE EL LEGADO. Y DOS HUEVOS DUROS.
El caso es que la prisa con que intento atender a, quizá, demasiados frentes, me ha hecho dar por sentado que todo el mundo sabría que el autor de lo que publico es mi camarada Arturo Robsy, y que bastaría ponerlo en negrita en el cuerpo del texto. Luego he visto que tal vez no quedase claro, razón que me lleva a explicarme -que para eso soy de Infantería, como decía el maestro Rafael García Serrano aunque, en mi caso, de Infantería de Marina-, y dejar las cosas claras.
Y añado otro comentario suyo, que bien lo merece:
* * *
Muchacho y General de brigada de los Francotiradores: Gracias infinitas y, si puede ser, perpétuas.
Creo que ambos disfrutamos de un divertido deseo de provocación. Hubo motivo para mi y me lo has atendido. Mi dirección es la zanahoria delante del burro. No creo que nadie la acepte ni creo que, ante la duda, la poli deje de echar un ojo. Por lo de llamar maricones a tantos generales tampoco tengo problema previsible: Si tienen qué decir qué les llamé, también deberán decir por que, y no será así.
Pudimos acabar con los asesinos desde el mismo 75. Algún general y algún coronel amigo ha muerto a sus manos. Pero pudimos vencer y todavía podemos hacerlo si amordazamos a tantos. Dos banderas (una bastaría) dejan Vascongadas a ras, no lo dudes.
Gracias por preocuparte por mi, Rafael, pero también tengo espada flamígera en el corazón y siento, cada vez más, la necesidad de enfrentarme con el pecho abierto. No quiero quedarme atrás de tantos que cayeron y, en principio, parece que de facilidades. No es así porque me dirijo a cobardes y me siento bien llamándoselo. E Hijos de putas. Me cubren el alma un millar y pido de muertos.
De nuevo gracias por lo que has hecho y porque trataste de protegerme.
O sea, No llores por mí Argentina.
Arturo Robsy.
¿Supondrá, quizá, un sacrificio para ti poner quién soy y qué digo? Porque, a fin de cuentas, ambos somos espiados con devoción.
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