Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 10 de agosto de 2011

SOBRE LA NUEVA MISION DE PAZ.

Ya saben ustedes que desde hace varios días -y lo que te rondaré, morena- Londres y otras ciudades próximas están siendo víctimas de la libertad de expresión de los jóvenes -y jóvenas, que diría doña Carmen Romero, ex de González, que no todo ha de ser bibianeces-, de la indignación de los que sufren riesgo de exclusión, y de los alterados por las detenciones de pobres víctimas de la sociedad.

O sea, y para entendernos fuera del lenguaje al uso y políticamente gilipollas: de unos vándalos, saqueadores, delincuentes y sinvergüenzas, que roban a los pobres que trabajan para quedárselo ellos -que serán pobres, pero de los que no trabajan-, y que destrozan, queman, saquean, por simple gusto de hacer daño. De hacer daño a los pobres que pierden sus tiendas, que pierden sus casas, que pierden sus coches, todo ello incendiado a la mayor gloria de la liberté; y que pierden sus trabajos en las empresas incendiadas, arrasadas, destruidas.

Y que -esto es lo peor- no ven solución por ningún sitio, ni policía capaz de poner orden, ni Gobierno capaz de poner paz. Todo ello, claro está, en aras de los derechos humanos de estos humanoides poco enderezados.

Viendo las imagenes de los informativos, uno tiene la impresión de hallarse en zona de guerra. Casi -salvando las enormes distancias que median entre el genocidio planificado y el gamberrismo salvaje-, diría uno encontrarse en Dresde tras el bombardeo incendiario de los aliados.

Y tampoco puede uno sustraerse al recuerdo de Napoleón, que rememorando las algaradas que llevaron a Luis XVI a la guillotina, hacía su comentario eficaz: unos cuantos cañonazos y todavía estarían corriendo.

Y dado que los gobernantes ingleses son reacios a tomar medidas adecuadas a la situación de guerrilla urbana que sus ciudadanos padecen, también propondría el envío de tropas de interposición, de pacificación o de mantenimiento de la paz, al que tan aficionados son los memócratas del ancho mundo.

Teniendo en cuenta que el todavía Presidente del supuesto Gobierno español es de carácter tan participativo en todas estas misiones, le propongo -doña Carmen Chacón mediante- el envío de una Bandera de La Legión a Londres. Eso si, cobrándoles los gastos de transporte, material y dietas a que hubiere lugar.

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