Como es habitual, transcribo el comentario realizado a mi entrada de ayer:
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Hola Rafael C., este artículo tuyo es bueno y útil, y me gusta lo de tu "almacén", pero para empezar, pones la música muy alta, se lleva uno un susto al entrar en tu blog, luego y es lo que mas me preocupa, intentas denigrar a los que no comulgan con tus ideas políticas, que en este articulo dejas bien claras, y lo que haces perjudica tu credibilidad. Entonces permíteme una recomendación: un tío que escribe tan bien no debe ser tan grosero, y si mencionas la Constitución en tu cabecera, pon también el escudo constitucional español. Por lo demás casi estoy de acuerdo contigo.
PD. lo de Anónimo lo pongo porque no se como funciona lo demás. Un saludo.
El Zorro.
PD. lo de Anónimo lo pongo porque no se como funciona lo demás. Un saludo.
El Zorro.
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Lo primero, agradecer la buena opinión que le merecen mis palabras al comentarista. Despues, las explicaciones avisadas en el título.
El tema del volumen de la música no es una elección mía. En la barra donde -al comienzo de la página- se observa el nombre de la canción o himno, su duración, etc, hay un botón deslizante -abajo, derecha- que permite seleccionar el volumen sonoro al visitante. O, si se prefiere -abajo, izquierda- detener la reproducción.
En cuanto a que dejo mis ideas políticas bien claras, es evidente; especialmente, si se lee la página titulada ¿Qué es esto?, inmediatamente bajo la cabecera. Soy Nacionalsindicalista, cosa que desde 1977, año en que conocí el pensamiento de José Antonio, no he ocultado jamás.
Lamento no coincidir en la idea de que intento denigrar a quien no piense como yo. Quien no piense como yo y ofrezca razones, será rebatido en lo que mi capacidad permita, pero siempre en el tono correcto que emplean dos personas cultas para debatir. Buena prueba de ello, si es menester, está en el intercambio de pareceres mantenido días atrás entre un comentarista que firmaba José y este que suscribe, a propósito de la ley de muerte digna, o cosa así, que propone el Gobierno. O como en este mismo caso presente, en que habiendo recibido una crítica -absolutamente lícita, por otra parte- de manera correcta y educada, intentaré responder en igual tesitura.
No denigro a nadie; simplemente, defino. De llamar a los socialistas sociatas, a los de CCOO cocos, a los de UGT ugeteros, sobre no ser insulto, me siento sobradamente justificado por el uso indiscriminado que hacen -y ellos sí tienen ánimo de faltar- del término facha. Llamar rojillo a El Plural tampoco creo que sea insulto, máxime cuando lo de llamarse rojo ha sido puesto de moda por el señor Bermejo -aquél ex ministro que cazaba con Garzón sin licencia- y el propio señor Presidente Rodríguez, que como tales se han definido ufana y prolijamente. Además, la RAE nos dice que rojillo es quien tiene tendencias políticas más bien izquierdistas. Y si El Plural, y Público, y El País no son rojillos, que venga Stalin y lo vea.
Ocurre que a veces las palabras, por uso y abuso, toman en el inconsciente colectivo un sentido distinto -aunque posiblemente más perfilado- del que el diccionario les reconoce. Entiendo que hay palabras que son consideradas insultos, o que han quedado reducidas a un sentido zafio; pero ¿vamos a renunciar a la riqueza de nuestro idioma por ello? Desde luego, no estoy dispuesto a hacerlo.
Por tanto, no dejaré de llamar imbéciles -esto es, alelados, escasos de razón- a los que si la militarización la hace Franco la considerarían una medida dictatorial, y en cambio la aplauden si la hace el PSOE; ni dejaré de pensar que quienes para denostar una acción no tienen en cuenta su oportunidad o legalidad, sino su procedencia, son inocentes, cándidos, tontos o lelos, que es lo que significa gilipollas, término descendiente de gilí.
El tema del volumen de la música no es una elección mía. En la barra donde -al comienzo de la página- se observa el nombre de la canción o himno, su duración, etc, hay un botón deslizante -abajo, derecha- que permite seleccionar el volumen sonoro al visitante. O, si se prefiere -abajo, izquierda- detener la reproducción.
En cuanto a que dejo mis ideas políticas bien claras, es evidente; especialmente, si se lee la página titulada ¿Qué es esto?, inmediatamente bajo la cabecera. Soy Nacionalsindicalista, cosa que desde 1977, año en que conocí el pensamiento de José Antonio, no he ocultado jamás.
Lamento no coincidir en la idea de que intento denigrar a quien no piense como yo. Quien no piense como yo y ofrezca razones, será rebatido en lo que mi capacidad permita, pero siempre en el tono correcto que emplean dos personas cultas para debatir. Buena prueba de ello, si es menester, está en el intercambio de pareceres mantenido días atrás entre un comentarista que firmaba José y este que suscribe, a propósito de la ley de muerte digna, o cosa así, que propone el Gobierno. O como en este mismo caso presente, en que habiendo recibido una crítica -absolutamente lícita, por otra parte- de manera correcta y educada, intentaré responder en igual tesitura.
No denigro a nadie; simplemente, defino. De llamar a los socialistas sociatas, a los de CCOO cocos, a los de UGT ugeteros, sobre no ser insulto, me siento sobradamente justificado por el uso indiscriminado que hacen -y ellos sí tienen ánimo de faltar- del término facha. Llamar rojillo a El Plural tampoco creo que sea insulto, máxime cuando lo de llamarse rojo ha sido puesto de moda por el señor Bermejo -aquél ex ministro que cazaba con Garzón sin licencia- y el propio señor Presidente Rodríguez, que como tales se han definido ufana y prolijamente. Además, la RAE nos dice que rojillo es quien tiene tendencias políticas más bien izquierdistas. Y si El Plural, y Público, y El País no son rojillos, que venga Stalin y lo vea.
Ocurre que a veces las palabras, por uso y abuso, toman en el inconsciente colectivo un sentido distinto -aunque posiblemente más perfilado- del que el diccionario les reconoce. Entiendo que hay palabras que son consideradas insultos, o que han quedado reducidas a un sentido zafio; pero ¿vamos a renunciar a la riqueza de nuestro idioma por ello? Desde luego, no estoy dispuesto a hacerlo.
Por tanto, no dejaré de llamar imbéciles -esto es, alelados, escasos de razón- a los que si la militarización la hace Franco la considerarían una medida dictatorial, y en cambio la aplauden si la hace el PSOE; ni dejaré de pensar que quienes para denostar una acción no tienen en cuenta su oportunidad o legalidad, sino su procedencia, son inocentes, cándidos, tontos o lelos, que es lo que significa gilipollas, término descendiente de gilí.
¿Es que los ciudadanitos que cuando les fastidian las huelgas de controladores aéreos o pilotos maldicen todo lo maldecible, pero cuando quien les joroba el trabajo, o la visita médica, o el exámen, son los conductores de autobús, metro, tren, huelguistas cortacarreteras, se muestran dóciles y solidarios, no están reducidos a domesticidad, que es una característica de los animales bovinos?
¿Es que no son engreídos sin fundamento para ello -que es lo que idiota, en segunda acepción, significa- los que se consideran por encima del bien y del mal para sentar cátedra sobre quien puede hacer o no hacer huelga, quien puede o no defender sus derechos laborales y su vida profesional?
¿Es denigrar a los sindicatos que metieron cuchara en el lío del metro de Madrid hace unos meses -esto es, CCOO y UGT además del profesional- llamarles rojipaniaguados? Véanse estas noticias y díganme si no es razonable, y si no me quedo corto:
-
El Gobierno subvenciona otra vez con más de un millón de euros a los sindicatos
¿Es que no son engreídos sin fundamento para ello -que es lo que idiota, en segunda acepción, significa- los que se consideran por encima del bien y del mal para sentar cátedra sobre quien puede hacer o no hacer huelga, quien puede o no defender sus derechos laborales y su vida profesional?
¿Es denigrar a los sindicatos que metieron cuchara en el lío del metro de Madrid hace unos meses -esto es, CCOO y UGT además del profesional- llamarles rojipaniaguados? Véanse estas noticias y díganme si no es razonable, y si no me quedo corto:
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El Gobierno subvenciona otra vez con más de un millón de euros a los sindicatos
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Queda una palabra que acaso sea el paradigma de esa grosería que el amigo El Zorro me achaca: la derivada del suave godere que los veteranos de Italia castellanizaron. Pero joder no es mas que -en segunda acepción, que es la que lógicamente concuerda con el texto- molestar, fastidiar.
La mención de mi cabecera a la Constitución vale en cuanto significa que digo lo que digo porque tengo derecho a decirlo, y la libertad de expresión también reza conmigo, no es sólo para rojos. Mi aprecio a la Constitución es conocido, pero por si acaso lo explicaré. Pienso que las leyes están para cumplirlas. Todas: desde la Constitución, hasta el último reglamento. Cuando una Ley no sirve, no se puede dejar de cumplir a voluntad, ni retorcer en busca de otra lectura más agradable; lo que hay que hacer es modificarla, de acuerdo con los procedimientos establecidos para ello.
Por tanto, mi aprecio y respeto a la Constitución llegan hasta el acatamiento hoy por hoy, y sólo hasta el momento en que sea posible modificarla por sus pasos establecidos en ella misma. Decir esto es plenamente legal; decir otra cosa no lo sería.
En cuanto al Escudo que el amigo El Zorro me aconseja cambiar por el que llama constitucional, no tengo mas que insertar la imagen de la primera página de la edición príncipe firmada por el rey, para demostrar que el Escudo de España que figura en mi cabecera es perfectamente compatible con la Constitución.
Otra cosa es que, por Ley posterior a la Constitución, se le recortaran definitivamente a España las alas de la ilusión colectiva y de la esperanza en el futuro.
3 comentarios:
Buena respuesta, Rafael.
A mí me suele visitar de vez en cuando cada personaje...
¡¡Bravo Rafael!!. Se lo has dejado claro, cristalino.
Admiro tu paciencia y buena disposición. Debería darte las gracias el personaje en cuestión.
A mí, siempre lo digo, pero es verdad, me encanta debatir con razones -que es el caso de "El Zorro"-, porque es uno de los grandes placeres intelectuales de la vida. No se si debatir lleva a algún sitio, pero indudablemente hace que uno mismo se conozca mejor y se esfuerce por cultivarse.
También me gusta discutir si hace falta -que no es el caso-, y algún malandrín lo ha comprobado en sus lomos metafísicos.
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