Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 21 de septiembre de 2010

SOBRE EL TEMA LEGIONARIO.

Me agradece mi camarada José Manuel que ayer insertara los artículos que me había remitido, y yo le agradezco a él que lo hiciera.
Debo explicar que si al vídeo le falta música, es porque de habérsela añadido se superpondría con la que habitualmente suena en mi diario, y hubiera sido un lío. Pero, al hilo de su comentario, quisiera decir algo más sobre La Legión. Algo mucho más personal e íntimo que el aniversario.
Ayer fue día de recuerdo emocionado y celebración esperanzada. Hoy acaso pueda ser día de memoria particular, no por subjetiva menos cierta y -por supuesto- mucho más verdadera que la histérica de los ZarraPastrosos.
El tema legionario casi supuso mi inicio como articulista, en el lejanísimo 1979 y en Fuerza Nueva -revista-, cuyo director a la sazón, el General don Manuel Ballesteros, tiene mucha culpa de que yo siga dándole a la tecla y a la palabra.
En aquellos años la memocracia naciente, en su afán tergiversador, aburguesador, abatallonador, arremetía contra La Legión -como contra todo lo superior-, y los bien nacidos hacíamos lo posible por contrarrestar la marea de mierda. Tarea innecesaria, porque el pueblo español sabe muy bien lo que es La Legión, y de qué forma se enraíza en España. Incluso en la de ahora. La prueba la tiene quien quiera viendo cualquier desfile, y comprobando cómo es uno de los Cuerpos más queridos -junto a la Guardia Civil, cuya inmensa mayoría de miembros, los que no salen en la tele, siguen siendo dignos del Duque de Ahumada-, dicho sea sin desmerecer a ningún otro.
Pero antes de aquellos años de plomo y mugre, mi devoción legionaria era ya fuerte. Tal vez la impresión del primer desfile que presencié en persona, aguas arriba de la tribuna donde el Generalísimo -ya un anciano cercano a la muerte, pero aún el legionario africano que siempre fue- recibía el saludo de sus tropas.
O acaso el recuerdo de aquél primo que jugaba conmigo cuando yo era un crío, y que dejaba ver el orgulloso emblema legionario en su brazo, testigo de su paso por La Legión en la Melilla malagueña.
O una memoria casi imposible -de crío de tres años- de La Legión en la Semana Santa de aquella Málaga de mis primeros años peninsulares.
No es posible que recuerde aquello, pero si recuerdo lo que de ello me han contado. Recuerdo, por memoria interpuesta, que mi padre -a mis tres años y en su última Semana Santa- me bajó temprano al puerto, porque llegaba La Legión.
Y me han contado que, subido sobre sus hombros, contemplaba extasiado aquél torrente verde que descendía del barco y formaba a paso ligero. Y me han contado que -también sobre los hombros de mi padre, que unos meses después fallecería- vi a La Legión dar escolta al Cristo de la Buena Muerte en la tremenda procesión legionaria.
De forma que para mi, La Legión representa el espíritu de Millán Astray, de Franco, de los diez mil gloriosos caídos que cobijan sus guiones, de mi Coronel Luis Tapia Aguirrebengoa, querido y admirado camarada y, en suma, de España. Pero también está indisolublemente unida en mi recuerdo a Cristo y a mi padre. ¿Hace falta más?

3 comentarios:

José Manuel (LOBO_IBERO) dijo...

CAMARADA RAFAEL:

No hace falta mas, ya te digo yo que te sobra.

Un gran articulo sin duda, que plasma fielmente el sentir y el cariño Legionario, cuando sea mayor, yo tambien quiero escribir como tu.

Un cordial y sincero saludo

¡¡¡VIVA LA LEGION!!!

¡¡¡ARRIBA ESPAÑA!!!

Alvaro Romero Ferreiro dijo...

A mi me ha puesto los pelos de punta

27 puntos dijo...

AMÉN.-

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