Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 17 de junio de 2010

SOBRE LA HIPOCRESÍA ANIMALISTA.

Dice 20 Minutos que Ecologistas en Acción ha presentado una queja al Defensor del Menor denunciando que la Federación madrileña de caza está impartiendo un curso para menores de entre 8 y 16 años, centrado en "perros de muestra y rastro, recorridos de caza con arco y taxidermia".
Lo que a la referida asociación de animalistas les parece mal, y preguntan "si vulneran los derechos de los menores", dado que "pretenden transmitir a los niños el gusto por una actividad violenta" y lo hacen con "dinero público".
No tengo noticia de que estos ecologistas se muestren igual de activos cuando, con dinero público, se mata -de verdad, no sólo en la teoría de un curso- a los cientos de miles de animales -eso sí, racionales- en los negocios de aborto.
No tengo noticia de que los animalistas se rasguen las vestiduras ni pregunten si se vulneran los derechos de los menores cuando, con dinero público, se les anima a todo tipo de actividad sexual desde organismos oficiales o desde pandillas subvencionadas.
No tengo conocimiento de que los ecologistas muevan un dedo cuando a los niños se les enseña, con dinero público, a ser intolerantes con las ideas que no le agradan al Gobierno; a ser racistas contra los blancos, siempre culpables en cualquier discusión con otras razas; a ser xenófobos contra los españoles, siempre culpables en cualquier problema con extranjeros; a ser catolicófobos; a discriminar por razones de sexo, porque la hembra siempre tiene razón; a odiar, por motivos ideológicos, a los que los que se proclaman poseedores de la verdad consideran "fachas".
¿No les parece a los activos ecologistas en acción, animalófilos de meneíllo a golpe de cuchufleta de soplagaitas, que hay cosas que hacen mucho más daño a los menores -particularmente a los que no se deja nacer- que lo de distinguir las funciones de los perros en una actividad consustancial con el ser humano, como es la caza; que lo de saber que hay recorridos en nuestros campos donde se puede cazar con arco, y lo de saber que se puede disecar animales, y no sólo esas guarradas que presentan en los museos como el no va más, a base de plastificar cadáveres humanos?
Pues no. Para los ecologistas -ya los definió Le Pen como similares a las sandías, verdes por fuera y rojos por dentro- lo que importa es que no se maten animalitos con escopeta, con flechas o -para los más idiotas, a los que en función de su dieta de hervíboros no se les puede pedir más- en mataderos, y que el ser humano renuncie a su propia esencia fisiológica.
Y sobre la cuestión del dinero público y de los 75.000 euros con que la Comunidad de Madrid ha subvencionado este año a la Federación de Caza, sólo una pregunta: ¿cuánta pasta ha percibido el ecologismo en acción a golpe de talonario?
Dicho lo cual, aclaro que no soy cazador; que no me gusta matar animales, y que si tengo licencia de caza es porque una absurda Ley me obliga a poseerla para poder obtener el permiso de armas para tiro deportivo, pero que jamás la he usado para disparar contra ningún animal.

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