Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 30 de junio de 2010

SOBRE EL CAOS DEL "METRO."

El metro de Madrid, obviamente, que es el que acapara los informativos. Hay unas cuantas cosas que decir, y espero que ninguna se me pase.
La primera, la curiosa rapidez con que los sindicatos han convocado una huelga en el metro, habida cuenta de que para la general van a esperar unos tres meses. Curiosa eficacia, según contra quien la planteen.
La segunda, que los mismos sindicatos que hace unas semanas -cuando la huelga de funcionarios- afirmaban que no iban contra el Gobierno que les bajaba el sueldo, ahora declaren ir contra Esperanza Aguirre, que les baja el sueldo. Ya se que Platón y Aristóteles no tienen buena fama hoy en día, pero aquí hay una patente falta de lógica. O no la hay, y entonces todo se explica mejor.
Porque si bien es cierto que el Gobierno de Rodríguez dejó fuera de la letra de su Decreto a los empleados de empresas públicas -para evitar que le montaran la jarana, obviamente- el espíritu del recorte es el que interpreta la Comunidad de Madrid. Máxime, teniendo en cuenta que el personal laboral de la Administración -también sujeto a convenio- ha sufrido el recorte. Y no ya como los funcionarios, de acuerdo con su nivel y categoría, sino en un igualitario 5% para todos, lo mismo el jefe que el subordinado, de manera que, a similitud de cometido, donde a un funcionario no se le quita nada, a un laboral se le quita ese 5%: 50 euros de un salario mileurista. Y los mismos sindicatos que en el metro holgan, en la Administración callan como casquivanas.
La tercera, la patente falta de autoridad del Estado y sus organismos -en este caso Comunidades Autónomas- incapaces de hacer frente a una huelga ilegal -pues así es al no respetar los servicios mínimos- y tomar las medidas pertinentes. Por ejemplo, poniendo a conducir los trenes a los soldados del que antaño se denominaba Regimiento de Ferrocarriles o algo así, si es que sigue existiendo; o llamando a maquinistas jubilados recientemente, o a maquinistas de Renfe, o a aspirantes a maquinista que tengan formación pero no hayan obtenido plaza aún. Y, por supuesto, un pelotón de soldados en cada tren, por aquello de evitar las tentaciones de los liberados sindicales piqueteros. Y digo soldados porque a la Policía, con sus "medios proporcionales" que determinan los mandamases, los salvajes piqueteros se la comen; pero un tío con metralleta y orden de usarla si la ocasión lo exige, es otra cosa.
Y la cuarta, la especie de justicia que supone esta huelga, y me explico: cuando el Gobierno rebajó el sueldo de los funcionarios, todo el mundo estuvo de acuerdo. Incontables cartas en los periódicos, incontables opiniones de los vividores de tertulia, incontables diatribas de los envidiosos del trabajo fijo del funcionario, incontables insultos de los incapaces de aprobar una oposición o de subsistir con un salario bajo a cambio de la seguridad; incontables apoyos, pues, a la bajada de sueldos de la Administración por parte del todo el mundo.
Pues ahora, todos esos ciudadanos tan contentos con que fastidiaran a los empleados públicos están probando las consecuencias. También los del metro son empleados públicos, y ellos tienen la posibilidad de hacer daño con su huelga, no como el pobre desgraciado que soporta energúmenos detrás de una ventanilla o de un teléfono. Ahora los ciudadanitos políticamente gregarios y soplapollescamente correctos, tienen la medida de la realidad.
Pero la culpa, claro está, es de Esperanza Aguirre, que cumple el mandato de recorte de salarios públicos para todos por igual. Y no es que a mí doña Esperanza me caiga bien, que ya saben los habituales que no es el caso. Pero me indigna que tanto idiota se trague siempre la misma canción ridícula.
A este paso, oiremos que la culpa es de Aznar -ya dijo algo Pepiño sobre la herencia que habían encontrado- o, mejor aún, de Franco. Y en eso, lo que son las cosas, tendrán razón: la culpa es de Franco, por haberse muerto.
Lo que no deja de asombrar es el soberbio cinismo de los propios sindicalistas -según rumores, todos los del comité de huelga son liberados- renunciando a la huelga durante los próximos sábado y domingo porque se celebra el orgullo gay y no hay que ser homófobo. (Oído a uno de los mandamases huelguistas en Cope, aunque a estas horas no está colgado aún el audio)
Y uno piensa que no habría mejor ocasión de dar por culo, salvo que de lo que se trate sea de sodomizar precisamente a quien no le gusta.

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