Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 18 de febrero de 2010

'Saqueo y destrucción del patrimonio español'

Me llega la crónica de Cesáreo Jarabo acerca de la conferencia pronunciada en Castellón por mi querido y admirado Coronel Flores Thies que -tanto por el conferenciante como por el cronista- me complazco en reproducir:
El coronel de artillería retirado, D. Jesús Flores Thies pronunció ayer, en la sede de Castalia Iuris de Castellón una conferencia bajo el título: 'Saqueo y destrucción del patrimonio español', donde señaló el expolio perpetrado al amparo de las autoridades de la II República.

Una ingente cantidad de obras de arte jamás llegarían a ser recuperadas para el patrimonio nacional, víctimas del mismo espíritu de rapiña y destrucción que puso en gravísimo riesgo, por ejemplo, los fondos del Museo del Prado, que contra lo actuado bien podían haber sido custodiados en los sótanos del Banco de España. Pero no fue sólo el Museo del Prado...

La destrucción de templos y tesoros artísticos de ingente valor material, cultural e histórico fue calculada por las autoridades “legítimamente constituidas”, incluso antes de iniciarse la Guerra Civil.

Y el destino del tesoro... El conferenciante señaló, con datos constatables, que orfebres mexicanos se negaron a perpetrar el crimen histórico de convertir en lingotes monedas iberas que formaban parte del expolio perpetrado en el “Vita” por parte de los socialistas... Y el oro de Moscú... y....

El conferenciante salvó “in extremis” la imagen de un personaje agridulce: Tarradellas, cuya esposa, a su vuelta a España, lucía un magnífico camafeo que fue inmediatamente reconocido como parte del expolio, y que con toda dignidad fue devuelto a sus titulares.

Un baño de memoria histórica, que, nos recordó el conferenciante, no acaba con las actuaciones perpetradas entre los años 1933-1939, sino que en la actualidad queda manifiesta en el abandono de un patrimonio que acaba siendo ninguneado, destruido y expoliado por aquellos que por su cargo debieran ser los custodios, pero que su incultura y su perfidia los convierte en sus verdugos.

Crónica de Cesáreo Jarabo.

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