Póngase usted, amigo lector, en la siguiente situación: leyendo la prensa, se entera de que en un lejano país, el jefe de una de los partidos de la oposición ha aparecido asesinado, con la agravante de que su cadáver ha sido abandonado en un cementerio y sólo se le ha reconocido bastantes horas después.
Sigue usted leyendo, y resulta que a este opositor al Gobierno de ese país lo han sacado de su casa a altas horas de la madrugada, entre el terror de su esposa e hijos. Lee un poco más, y conoce que las sospechas recaen en unos agentes de las que aquí llamamos Fuerzas de Seguridad del Estado. Y que se cree, fundadamente, que no han cometido el asesinato por su cuenta, sino siguiendo, cuando menos, insinuaciones gubernamentales, definidas días antes en el propio Parlamento por una diputada muy conocida.
Sin duda, a continuación de estos hechos leerá usted una gran cantidad de artículos de opinión y editoriales condenando este crimen. Y como no es políticamente correcto recordar al padrecito Stalin, todos le dirán que es un crimen fascista, que fascistas son los asesinos, y fascista ha de ser el Gobierno que perpetra semejante crímen de Estado.
Cualquiera de los habituales que haya llegado hasta aquí sabe de sobra a lo que me estoy refiriendo y no haría falta más.
Pero para algún neófito que pudiera haber, tendré que explicar que ese país es relativamente lejano, pero en el tiempo, porque se trata de esta misma España hace 73 años. Que ese jefe de partido opositor era don José Calvo Sotelo; que fue asesinado por fuerzas de la Guardia de Asalto -equivalente de la Policía actual-, que el Gobierno era socialista, y los criminales socialistas eran. Que la diputada que lo condenó a muerte -Su Señoría ha hablado aquí por última vez- fue La Pasionaria.
Todo lo cual se recuerda, sin ánimo de embarazar la cerdita, a la mayor gloria y eficacia de la Memoria Histórica.
2 comentarios:
Esta memoria no les interesa a los socialistas.Seguramente nieguen que un miembro de las juventudes de su partido fuera el ejecutor del asesinato.
En la intervención parlamentaria del 16 de junio de 1936 Casares Quiroga, presidente del gobierno, y el Ministro de la gobernación diputado socialista Angel Galarza manifiesta que "la violencia contra el jefe del partido monárquico -Calvo Sotelo- no sería un delito", incluso hablando de un atentado contra su vida, por lo que ante esta amenaza de muerte del propio gobierno republicano contestó que "Yo tengo, señor Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído 3 o 4 discursos en mi vida, los 3 o 4 desde ese banco azul, y en todos ha habido simpre la nota amenazadora. Bien, señor Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de su señoría. Me ha convertido S.S. en sujeto, y por tanto no sólo activo, sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, señor Casares Quiroga. Lo repito, mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabildaides que se puedan derivar de los actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi Patria y para gloria de España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos respondió a un rey castellano: "Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis" y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio".
¡Qué frustración mas grande saber que, a día de hoy, no hay representante parlamentario al que se le escuche nada parecido!.
Es mas, si lo hubiera, la historia se repetiría.
Aunque, según mis sospechas, los socialistas del siglo XXI, han cambiado los furgones por trenes.
Son mas rápidos.
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