YO TENÍA UN CAMARADA
Azul luz de la Polar,
era José Antonio nuestro:
la tierra no le apagaba
la lumbre del hombre eterno
mientras el sol ascendía
por el turbio firmamento.
Hermano del Sol en alto,
era José Antonio nuestro.
Un hombre sólo y el mundo
girando en el universo;
La muerte lo coronaba
con las luces de los tiempos.
Luz enfrentada a la noche
y aquel corazón, eterno
en la brisa que lloraba
corriendo por los senderos,
mientras el mar bautizaba,
desde la espuma, los sueños.
Heredamos la tormenta
de aquellos fusiles negros.
Cuando el sol amanecía
cortando el mar con espejos,
espigas de la mañana
entre los surcos crecieron,
y mil fusiles de plata,
con bayonetas de acero,
cargaron las blancas balas
de la venganza y el duelo
y España aprendió a rezar
por su jefe en los luceros,
que aquí nos dejó la sangre
y aquí nos dejó el silencio..
Yo tenía un camarada
que murió de enormes sueños:
dejadme el fusil cargado
para vengar a aquel muerto.
Yo tenía un camarada,
yo tenía un compañero
y a solas me lo mataron
cuando la luz salió a verlo:
le debo una madrugada
y cien disparos certeros.
¡Dadme fusiles de plata
con bayonetas de acero!
Arturo Robsy
Azul luz de la Polar,
era José Antonio nuestro:
la tierra no le apagaba
la lumbre del hombre eterno
mientras el sol ascendía
por el turbio firmamento.
Hermano del Sol en alto,
era José Antonio nuestro.
Un hombre sólo y el mundo
girando en el universo;
La muerte lo coronaba
con las luces de los tiempos.
Luz enfrentada a la noche
y aquel corazón, eterno
en la brisa que lloraba
corriendo por los senderos,
mientras el mar bautizaba,
desde la espuma, los sueños.
Heredamos la tormenta
de aquellos fusiles negros.
Cuando el sol amanecía
cortando el mar con espejos,
espigas de la mañana
entre los surcos crecieron,
y mil fusiles de plata,
con bayonetas de acero,
cargaron las blancas balas
de la venganza y el duelo
y España aprendió a rezar
por su jefe en los luceros,
que aquí nos dejó la sangre
y aquí nos dejó el silencio..
Yo tenía un camarada
que murió de enormes sueños:
dejadme el fusil cargado
para vengar a aquel muerto.
Yo tenía un camarada,
yo tenía un compañero
y a solas me lo mataron
cuando la luz salió a verlo:
le debo una madrugada
y cien disparos certeros.
¡Dadme fusiles de plata
con bayonetas de acero!
Arturo Robsy
1 comentario:
Me ha gustado el poema.
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