Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 24 de noviembre de 2009

SOBRE LA RAPIDEZ.

Curioseando papeles viejos en busca de otras cosas me he tropezado con algo que escribi hace más de catorce años. Gobernaba entonces -vaya, digámoslo así- don Felipe González, y existe un evidente paralelismo con la actualidad.
Tratábase entonces del apresamiento de barcos pesqueros españoles en aguas de Canadá, país con el que había convenios de pesca, firmados por la CEE, que autorizaban la presencia de los nuestros en sus caladeros. No recuerdo a estas alturas qué solución tuvo aquél caso, aunque imagino que la habitual: sacudir tela y untar cajas fuertes. No eran entonces piratas como los somalíes, tan graciosamente paseados por nuestras instituciones judiciales, pero lo más grave sigue en pie. Léanlo, si gustan:


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La Nación Nº 177

(Del 5 al 11 de abril de 1995)


Sobre la rapidez.


La rapidez —en palabras del maestro Rafael García Serrano— es una virtud que demuestra seguridad y elegancia; luego saquen ustedes sus propias conclusiones sobre lo que ha demostrado ser nuestro Gobierno y la CEE, a propósito del secuestro del pesquero español «Estai».
Por mi parte, la verdad es que jamás he esperado otra cosa de la burocracia de los mercaderes de Bruselas, porque no iban a poner en peligro su tajada del comercio con Canadá por una cuestión de dignidad. «Dame pan y dime tonto» es el lema que deberá campear, en su día, en la banderola comunitaria de una Europa que ha perdido la vergüenza. Máxime cuando el pan se lo dan a ellos, y el «tonto» se lo dicen a un país cuyos gobernantes llevan muchos años sintiéndose satisfechos de poner la cama.
Y tampoco me extraña — ¿a ustedes sí?— la tranquilidad con que el Ministro de Defensa, se supone que cumpliendo instrucciones del Consejo de Ministros, ordenó preparar un buque —además de la patrullera enviada previamente, y que tardó en llegar a su destino más de lo que hubiera tardado una barca de remos del Retiro— por si fuera necesaria su partida hacia el lugar del secuestro. Comprendo que —habida cuenta de la situación de nuestras Fuerzas Armadas, denunciada hace unos meses por el propio Ministro— debe ser muy difícil encontrar un navío en condiciones de hacerse a la mar, y aún más complicado pertrecharlo, tanto humana como logísticamente.
Y casi me alegro de que ni haya zarpado cuando escribo, ni vaya probablemente a zarpar nunca, porque si los buques desplazados a la famosa «misión de paz» de la guerra del Golfo tenían que pedir permiso al Ministro para realizar una simple salva de aviso, díganme ustedes para qué iba a servir tener un navío de guerra en la zona de piratería canadiense, a no ser para que el ridículo de nuestra imagen internacional suba varios enteros, y para que nuestros marinos tengan que sufrir la vergüenza de ser testigos maniatados del abordaje y apresamiento de nuestros pesqueros, y del secuestro de nuestros pescadores.
La única justificación posible para enviar un navío de la Armada, sería la orden terminante de defender a los barcos españoles y a sus tripulantes, echando a pique el que se pusiera por medio o, por lo menos, abordándolo, poniendo a buen recaudo en las bodegas a los piratas hasta su entrega en puerto a la justicia, y pasando por la quilla a quien ofreciera resistencia armada. Para otra cosa, mejor no salir de puerto.
«Ni me saques sin razón, ni me envaines sin honor», rezaba la hoja de los más nobles aceros toledanos, y esto vale para cualquier arma. Para deshonrar a un navío y a su tripulación, mejor no hacerlo zarpar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pasan los años y los socialistas actuan igual. Ahora que me acuerdo de la presentación que hicieron el otro dia, donde Zapatero presentaba a Felipe Gonzalez como un histórico del partido, ¿será eñ propio Zapatero el que salga así dentro de 20 años?.

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