HISTORIA ESCARMENTICIA
El español normal, que sólo se mueve por política o propaganda en la jornada electoral, debiera leer a Herodoto de Halicarnaso, que dio noticia, por ejemplo, sobre los hombres sin cabeza que rondaban por el norte de África, cerca de los que tenían cabeza de perro. Herodoto, sin saberlo, nos presenta asuntos altamente “escarmenticios”, si puede expresarse así, para los españoles de ahora mismo.
El de los hombres sin cabeza es uno de ellos. “Hay allí serpientes de enorme grandeza; …… Vénse allí asnos con astas; se ven hombres cinéfalos, y otros, si creemos a lo que nos cuentan, acéfalos, de quienes se dice que tienen los ojos en el pecho, y otros hombres salvajes, así machos como hembras; vénse, en fin, muchas otras fieras reales y no fingidas.”
De todo esto tenemos hoy por encima de las Columnas de Hércules. O sea ¿no hay serpientes, o serpientas, de enorme tamaño? ¿No corren por nuestros medios asnos con astas y no llenan las calles, periódicamente, hombres salvajes que no saben nada de la civilización española?
El buen Herodoto cuenta estas cosas en su Libro IV, cuando se explica sobre quienes pueblan La Libia. Cinéfalos significa con cabeza de perro; y Acéfalos, directamente sin cabeza. Pero con los ojos en el pecho y la boca –según los viejos grabados- en el estómago.
Los acéfalos pasan la vida semi a la bartola, redactando leyes y enmiendas, haciendo la uve de Venus con el índice y el corazón y absorbiendo impuestos por la boca que da al estómago. Son más aficionados a los cuentos que a las cuentas, incluso cuando “cuento” se usa en su clásico sentido español de “millón.” Gustan de los simios, pero no para comer ni para aparearse, sino por la admiración que les causa su espíritu de manada y su facultad para imitar al hombre sin serlo. Aunque no todos pueden llegar a hombres sin cabeza: se precisa un atontamiento previo.
Pero donde Herodoto brilla como profeta es en el comentario a lo que hizo Cambises, hijo de Ciro, con los dioses de Egipto. Cambises era algo psicopático y no le gustaba que los Dioses mandaran en su imperio. Al regreso de la expedición para la conquista de Egipto fue liquidado por los nobles principales, para los que era un grave peligro.
En el Libro III, cuenta el Padre de la Historia lo que le parecía Cambises: “XXXVIII. Por fin, para hablar con franqueza, Cambises me parece a todas luces un loco insensato; de otro modo, ¿cómo hubiera dado en la ridícula manía de escarnecer y burlarse de las cosas sagradas y de los usos religiosos?” Esto resuena en lo presente de España, porque son legión, o sea, unos seis mil, más los “socii,” los que por aquí padecen la “ridícula manía” que Herodoto atribuye a Cambises, esa de escarnecer y burlarse de las cosas sagradas. Cosas de la insensatez fanática que, como se ve, tiene dos milenios y medio de antigüedad, al menos, aunque aquí se nos presente como modernidad.
Incluso se puede leer, en comentarios actuales, que todo estriba en que Herodoto, en aquellos tiempos de Pericles, no era más que un carca conservador capaz de creer en las costumbres y en la Patria. Se supone que ya en el siglo V antes de Jesucristo aquello era de mal tono si se mira desde el progresismo de hoy. El mismo historiador lo confirma:
“Es bien notorio lo siguiente: que si se diera elección a cualquier hombre del mundo para que de todas las leyes y usanzas escogiera para sí las que más le complacieran, nadie habría que al cabo, después de examinarlas y registrarlas todas, no eligiera las de su patria y nación. Tanta es la fuerza de la preocupación nacional, y tan creídos están los hombres que no hay educación, ni disciplina, ni ley, ni moda como la de su patria. Por lo que parece que nadie sino un loco pudiera burlarse de los usos recibidos de que se burlaba Cambises.”
Lo dice Herodoto, no este papel. Por si las moscas se avisa en este tiempo final de las Patrias y de la nación mundial que se va consolidando. En este tiempo en que privan lo internacional y lo multinacional, más las civilizaciones aliadas, lo que equivale a que ninguna de ellas sea ni carne ni pescado, a menos que nuestro presidente tenga una nueva idea salvífica. Pero, en suma, estamos hablando de la Edad Antigua, muerta y enterrada definitivamente desde, por lo menos, 1768. Buen año para las calabazas.
Aunque, si se mira más nuestro tiempo, resulta que depende de las costumbres que establecieron, manu militari, las dos ideas protagonistas del presente, decididamente ateas, e implacables con lo que no sean ellas mismas. ¿Qué sería de marxistas y de liberales sin sus tradiciones, sus hábitos y sin sus tradicionales obsesiones?
Sobre esto precisamente, la tradición rojo-liberal, Heroto comentó que cuando Píndaro hizo a la costumbre árbitra y déspota de la vida, habló más como filósofo que como poeta. El buen historiador diría hoy, respecto a las nuevas costumbres despóticas, que Píndaro fue entonces más profeta que poeta. Costumbres, por supuesto, televisadas, que instan a cosas que ni Maquiavelo hubiera disculpado.
Arturo ROBSY
1 comentario:
Muy bueno.
Saludos y ¡Arriba España!
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