Porque -en Público lo tienen- este es el problema que la señora De la Vega encuentra para establecer la cadena perpétua: que está reñida con la "finalidad constitucional" de la pena.
Curioso desdoblamiento de personalidad el de los socialistas. De una parte, dispuestos a modificar la Constitución para algo tan irrelevante para el común de los españoles como es la sucesión al trono; de otra, férrea adoración al texto constitucional para todo lo que sea adaptarlo a las exigencias de los ciudadanos.
Porque parece que se olvidan -todos: socialistas, peperos, comunistas, separatistas, tontolabas sin graduación y gilipollas con pedigrí- que la Constitución la aprobó el pueblo español -vaya, los que votaran si-, y fue redactada por los elegidos -bien que sin darles mandato constituyente- por el pueblo español. Que es, en definitiva, el pueblo español el que tiene el derecho de modificar la Constitución si así lo considera conveniente, y que la Constitución -fuera de la tontería aznariana del patriotismo constitucional, menuda soplapollez-, no es un dios, ni un tótem, sino un instrumento que los ciudadanos adoptan para regular su convivencia.
También parece que -al menos cada cuatro años, o cuando proceda meterse la papeleta- el pueblo español, los ciudadanos indignados -con razón-, hastiados -con razón- y cabreados -con razón-, se olvidan de estos detalles, y no son capaces de buscar entre las opciones electorales la que propugne lo que ellos piden cada dos por tres, sin que los partidos del chiringuito les hagan puñetero caso.
Vamos a ver, señores ciudadanos democráticos: ¿no son ustedes los que tienen la soberanía popular en sus papeletas? Pues coño, elijan lo que quieren de verdad, y no vengan luego con monsergas.
Curioso desdoblamiento de personalidad el de los socialistas. De una parte, dispuestos a modificar la Constitución para algo tan irrelevante para el común de los españoles como es la sucesión al trono; de otra, férrea adoración al texto constitucional para todo lo que sea adaptarlo a las exigencias de los ciudadanos.
Porque parece que se olvidan -todos: socialistas, peperos, comunistas, separatistas, tontolabas sin graduación y gilipollas con pedigrí- que la Constitución la aprobó el pueblo español -vaya, los que votaran si-, y fue redactada por los elegidos -bien que sin darles mandato constituyente- por el pueblo español. Que es, en definitiva, el pueblo español el que tiene el derecho de modificar la Constitución si así lo considera conveniente, y que la Constitución -fuera de la tontería aznariana del patriotismo constitucional, menuda soplapollez-, no es un dios, ni un tótem, sino un instrumento que los ciudadanos adoptan para regular su convivencia.
También parece que -al menos cada cuatro años, o cuando proceda meterse la papeleta- el pueblo español, los ciudadanos indignados -con razón-, hastiados -con razón- y cabreados -con razón-, se olvidan de estos detalles, y no son capaces de buscar entre las opciones electorales la que propugne lo que ellos piden cada dos por tres, sin que los partidos del chiringuito les hagan puñetero caso.
Vamos a ver, señores ciudadanos democráticos: ¿no son ustedes los que tienen la soberanía popular en sus papeletas? Pues coño, elijan lo que quieren de verdad, y no vengan luego con monsergas.
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