La Audiencia Nacional española -sí, esa misma que deja libres a etaras y narcotraficantes porque se le acumula el trabajo y los juececitos no con capaces de acordarse de cuando hay que renovar una prisión provisional, o de cuando vence un plazo- ha tomado sobre sí, juez Fernando Andreu mediante, el ímprobo trabajo de perseguir y meter en vereda al Estado de Israel, que -a su entender- comete crímenes contra la humanidad.
El Estado de Israel, ni que decir tiene, está temblando hasta los cimientos del Templo de Salomón; su Ejército se tambalea en la zozobra de la persecución de la Audiencia Nacional española; sus ciudadanos sufren crisis nerviosas pensando en lo que les va a caer de parte del señor Andreu -a quien deben conocer, es un decir, en su casa; y ahí puede radicar el problema-; el ex-minstro de Defensa israelí Benjamín Ben-Eliezer y los seis militares contra los que ha presentado querella un llamado Centro Palestino para los Derechos Humanos, han debido sufrir una lipotmia al enterarse de que los jueces españoles les persiguen... En fin: Israel todo, a buen seguro, contiene la respiración y se propone realizar ofrendas y expiaciones diversas para apaciguar el ímpetu justiciero de la Audiencia Nacional.
Los blindados israelíes estarán a punto de rendir sus cadenas; los aviones, prestos a replegar sus alas; los misiles, a contener su aliento; las patrulleras, a fondear indefinidamente; los soldados, listos para levantar las manos y ser encarcelados por el juez Andreu. Los políticos israelíes, preparando el documento de rendición ante el poderío de la Audiencia Nacional española, que a Garzón tiene por mascarón de proa y futuro presidente.
Incluso Ehud Barak, actual ministro de Defensa de Israel, ha afirmado que hará todo lo necesario para anular la querella, inequívoca señal del serio peligro que la actuación judicial española supone a su Estado.
No quisiera pecar de soberbia si me permito dar algún consejillo al Gobierno de Israel, pero temo que aquellos ministros -probablemente convencidos de la seriedad de su oficio- no han dado al caso la necesaria interpretación. Por tanto, si por alguna casualidad mis palabras llegan a la Embajada de Israel y considera oportuno transmitirlas a su Gobierno, les diré que -para ponerse a la misma altura- lo que podrían hacer es querellarse en su país contra Rodríguez Zapatero, por enaltecimiento del terrorismo y colaboración con banda armada. No sólo por sus conversaciones y pactos con ETA, sino por aquel pañuelo palestino que tan elegantemente se ha colocado en alguna ocasión.
Podría querellarse Israel contra el señor Pérez Rubalcaba, ministro del Interior de España, que no impidió que una pandilla de gorrinos apedrease la embajada israelí en Madrid; podría querellarse, ya puestos, contra el rey Juan Carlos, por aquello de sus antepasados -no de sangre, y se nota, pero sí de oficio- a propósito de la xenofobia contra los judíos medievales.
O podría, simplemente, enviar a la Audiencia Nacional una cinta con las carcajadas grabadas a buen volumen.
El Estado de Israel, ni que decir tiene, está temblando hasta los cimientos del Templo de Salomón; su Ejército se tambalea en la zozobra de la persecución de la Audiencia Nacional española; sus ciudadanos sufren crisis nerviosas pensando en lo que les va a caer de parte del señor Andreu -a quien deben conocer, es un decir, en su casa; y ahí puede radicar el problema-; el ex-minstro de Defensa israelí Benjamín Ben-Eliezer y los seis militares contra los que ha presentado querella un llamado Centro Palestino para los Derechos Humanos, han debido sufrir una lipotmia al enterarse de que los jueces españoles les persiguen... En fin: Israel todo, a buen seguro, contiene la respiración y se propone realizar ofrendas y expiaciones diversas para apaciguar el ímpetu justiciero de la Audiencia Nacional.
Los blindados israelíes estarán a punto de rendir sus cadenas; los aviones, prestos a replegar sus alas; los misiles, a contener su aliento; las patrulleras, a fondear indefinidamente; los soldados, listos para levantar las manos y ser encarcelados por el juez Andreu. Los políticos israelíes, preparando el documento de rendición ante el poderío de la Audiencia Nacional española, que a Garzón tiene por mascarón de proa y futuro presidente.
Incluso Ehud Barak, actual ministro de Defensa de Israel, ha afirmado que hará todo lo necesario para anular la querella, inequívoca señal del serio peligro que la actuación judicial española supone a su Estado.
No quisiera pecar de soberbia si me permito dar algún consejillo al Gobierno de Israel, pero temo que aquellos ministros -probablemente convencidos de la seriedad de su oficio- no han dado al caso la necesaria interpretación. Por tanto, si por alguna casualidad mis palabras llegan a la Embajada de Israel y considera oportuno transmitirlas a su Gobierno, les diré que -para ponerse a la misma altura- lo que podrían hacer es querellarse en su país contra Rodríguez Zapatero, por enaltecimiento del terrorismo y colaboración con banda armada. No sólo por sus conversaciones y pactos con ETA, sino por aquel pañuelo palestino que tan elegantemente se ha colocado en alguna ocasión.
Podría querellarse Israel contra el señor Pérez Rubalcaba, ministro del Interior de España, que no impidió que una pandilla de gorrinos apedrease la embajada israelí en Madrid; podría querellarse, ya puestos, contra el rey Juan Carlos, por aquello de sus antepasados -no de sangre, y se nota, pero sí de oficio- a propósito de la xenofobia contra los judíos medievales.
O podría, simplemente, enviar a la Audiencia Nacional una cinta con las carcajadas grabadas a buen volumen.
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