Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 14 de septiembre de 2018

SOBRE MORDISCOS Y PATADAS.

Pues no; aunque es evidente que la mayoría del Congreso se comporta -cada cual actúa como lo que es, que decía un amigo mío- como auténticos animales, no les voy a hablar de los salteadores de tumbas rojoseparatistas, ni de los cobardes centroderechistas, ni de los hideputas varios sin etiqueta conocida.

Les voy a hablar de un caso que comenta el periódico 20 Minutos (pág, 12 de la edición en papel de Madrid), el cual titula así: un perro desgarra el pene a un hombre que lo había pateado.

El hecho de que el interfecto sea un senegalés de Reus -toma castañas- no creo que se relacione con los lazos amarillos que identifican a los paletos, ni que tenga mayor importancia, habida cuenta de que no se da noticia del color o raza del perro, luego no ha lugar pensar en delito de racismo perruno o xenofobia canina.

El hecho es que un simpático señor pateó a un -es de suponer- antipático perro, y este se revolvió y enganchó lo que encontró a mano o, por mejor decir, a mandíbula.

Y uno se pregunta cuando vamos a soltar una dentellada a quienes llevan tanto tiempo tocándonos los cojones.

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