El del fallecimiento de mi camarada, maestro y amigo Arturo Robsy.
De su
camaradería, generosidad y disposición para arrimar el hombro a cualquier causa
que le requiriese, ya di cuenta en este mismo diario, y quien guste podrá verlo
si busca cuatro años atrás. De su clarividencia, quien lo desee podrá
comprobarla leyendo cualquiera de sus muchos y espléndidos artículos sobre el
separatismo catalán, el separatismo basko, el encanallamiento de la sociedad
pepe-pesoista, y cualquier otra cosa que tocara, de la que siempre dijo lo más
justo, lo más acertado y lo más claro.
Te daba asco esta España
embrutecida y emputecida, como solías decir -y díganme si no había y sigue
habiendo motivo-, y eras capaz de retratar, con sorna y delicadeza a partes
iguales, a los patanes orgullosos de serlo.
Te echamos de menos, Arturo.
Y a veces, hasta te envidiamos la guardia sobre los luceros.
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