Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 2 de octubre de 2017

SOBRE UNOS APUNTES RÁPIDOS.

Apuntes sobre la desvergüenza, el lloriqueo y el caganismo de los separatistas catalanes.

Se ha extrañado mucha gente -muchos con voz en los medios de comunicación- de que hayamos legado a este punto. Muchos han dicho que jamás creían que fuéramos a llegar a esto, demostrando su nulidad, porque para otros muchos -entre los que me cuento, y lo tengo escrito- sabíamos que éste era el fin inevitable si seguíamos el camino marcado por todos los Gobiernos de España desde el traidor Suárez al marmolillo Rajoy, con especial atención al peor Presidente de la Historia de España, Rodríguez como sea Zapatero.

Esto no viene de la espantá de Más y de Puigdemont, que desde hace tiempo saben que no tienen salida; que van a acabar en la cárcel de todas, todas; que la única diferencia es que los entrullen por sedición y prevaricación, o por chorizos. Así puestos, mejor hacerse los mártires, que siempre habrá algún gilipollas que se lo crea y los alabe.

Esto viene desde la primera multa por escribir el nombre de un comercio en español; desde el primer padre que tuvo que recurrir a los tribunales para que sus hijos recibieran enseñanza en la segunda lengua más extendida del mundo; desde la primera sentencia favorable a estos padres incumplida impunemente. Esto viene desde la primera manifestación de guarros anarcopijos ante los que los mosus se la envainaron gallardamente. Esto viene desde la primera Bandera de España quemada sin consecuencias; desde la primera pitada al Himno de España sin que se desalojara el estadio y se llevara a los pitones al calabozo para que durmieran la mona. Y todo esto lo tengo, repito, escrito y publicado hace años; no es que me apunte ahora al carro de los tolilis que gimotean como nenazas -o nenazos, a elegir- rasgándose las vestiduras por no haberlo visto.

Por lo demás, hablan y escriben los plumíferos de la progresía, los políticos canallescos, los idiotas sine laude, quejándose por la violencia de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Se nota que ninguno de ellos ha padecido nunca una carga de los maderos -cuando la policía vestía de color mierda- por el simple hecho de andar por la calle. Que ninguno de ellos estuvo en la Plaza de Oriente cuando el malnacido Tierno Galván hizo prohibir la manifestación del 20-N -primeros años 80- y los policías se solazaron arrastrando y aporreando a quien pillaran en medio, con preferencia a ancianos, cuyo único delito era estar en la calle rezando. Sin cortar calles, sin enfrentarse a nadie, sin insultar a nadie.

¿A qué espera el señor Rajoy para meter en la cárcel a todos los funcionarios del gobierno regional de Cataluña -especialmente a los elegidos a dedo; esto es, los puigdemontes, los junqueras, los rufianes- que incumplan la Ley?

Otro tema -que entra de lleno en lo anterior- es el de los ya referidos mosus, tan gallardos y tan valientes cuando no corren delante de los anarcopijos. ¿A qué espera el señor Rajoy para disolver esa policía de partido? 

¿A qué espera para aplicar el artículo 155, y -ya lo han hecho inevitable- el 8 de la Constitución?


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