Don Pedro Sánchez -a quien le toca el turno por, como dije, simple
orden de caída en el buzón- comienza su carta demostrando varias cosas: que no
sabe lo que dice, que no sabe sumar, y que no es un demócrata.
Durante estos últimos meses me he esforzado en impulsar el
cambio deseado por la mayoría de los españoles en las elecciones del 20 de
diciembre -dice.
Que se haya esforzado no lo pongo en duda, puesto que se está
jugando -espero que sólo metafóricamente- la cabeza. Pero las matemáticas cantan
que la mayoría de españoles no han deseado el cambio que ofrece el señor
Sánchez. El PP ganó las elecciones, con la mayoría suficiente para que el PSOE
no pudiera formar gobierno. Sencillamente, porque la mayoría de los españoles no
eligió al señor Sánchez, sino al señor Rajoy.
Una mayoría no absoluta, pero
mayoría al fin. Y usted, señor Sánchez, ni siquiera contando sus diputados, los
de los comunistas antisistema de Podemos, y los de los socialistas engañabobos
de Ciudadanos podía aspirar más que a una legislatura imposible.
O sea: que la mayoría la obtuvo el PP, que la mayoría de los
españoles no querían el cambio socialista, y que usted no sabe sumar, o sabe
mentir demasiado. Nada nuevo, en todo caso.
Pide el señor Sánchez el voto para un montón de cosas. Sólo citaré
algunas, porque me da pereza copiar todo su folleto y porque, además, no merece
la pena.
Pide que lo votemos para crear un nuevo modelo económico que
cree empleo estable, con salarios justos y condiciones de trabajo dignas.
¿Qué modelo económico, señor Sánchez? ¿El de las empresas de trabajo temporal
que introdujo Felipe González? ¿El de los nos si cuatro o cinco millones de
parados de Zapatero? ¿El de los ERES de Andalucía? ¿El de los fondos de los
cursos para los parados de esa misma región?
Pide que lo votemos para tener una sanidad pública fuerte, que
no excluya a nadie y que garantice a todos el derecho a la
salud.
¿Una sanidad, señor Sánchez, donde el pobre desgraciado habitante
de Madrid que sufra un percance en Sevilla sea atendido allí? ¿Donde el
habitante de Valencia que sufra una fractura en Madrid no sea devuelto a su
ciudad para que allí le operen? ¿Donde quien necesite medicinas las pueda
obtener porque es su derecho, y no porque el farmacéutico -que lleva meses sin
cobrar- le haga el favor de dárselas?
Por otro lado, me hace felicísimo saber que tengo derecho a la
salud. Creí que -como cotizante obligatorio a la Seguridad Social- tenía derecho
a sanidad; pero esto de la salud casi me convence. Ahí es nada, tener
garantizado -acaso en la Constitución- que no me va a volver a doler la cabeza,
que nunca sufriré un dolor de muelas, que jamás me romperé un hueso, que no
tendré que preocuparme por si en el futuro me toca la china de padecer alguna
enfermedad seria, porque usted, señor Sánchez, me garantiza la salud. Casi me
convence para votarle; pero prefiero comprobar el cumplimiento de sus promesas y
luego obrar en consecuencia. Si en los próximos cuatro años de su gobierno con
Pablo Iglesias no me pongo enfermo -pero ni un puñetero catarro, ¿eh?, no
vayamos a empezar con las rebajas- prometo pensármelo.
Pide que lo votemos para tener un sistema educativo público de
calidad, para que nacer en una familia con menos recursos no conlleve tener
menos oportunidades, y para apostar por la investigación, la cultura y la
creatividad, porque la falta de conocimiento es una forma de
pobreza.
Si usted piensa don Pedro, que la cultura y la creatividad son
cuestión de cuartos, lo llevamos claro. Porque hay cosas que no se solucionan
con dinero, aunque todos los tontos piensan lo contrario. Por ejemplo, don
Pedro, los que creen que los padres que llevan a sus hijos a colegios privados o
concertados lo hacen porque tienen mucho dinero, y que sólo los pobres van a la
escuela pública. Los que llevan a sus hijos a colegios privados o concertados,
lo hacen porque en ellos la educación es menos mala; y lo es porque ustedes
-todos los que han gobernado, pero en particular los socialistas- han hecho que
la enseñanza pública sea una auténtica mierda; un simple almacén donde meter los
niños hasta que cumplan la edad, en donde se pasa de curso alegremente, aun sin
tener ni idea de nada; donde no se exige el mínimo esfuerzo, donde los
profesores están mediatizados por las apas y las amas y las
ampas -sin hache, y a veces con ella- y las leches de los ignorantes, de
los arrogantes y de los cretinos. Una enseñanza en la que los niños no estudian
mas que su corralito cercano, -el Manzanares, aprendiz de río, los de
Madrid; el río catalán que nace en tierras extrañas, los cercanos al padre Ebro-
e ignoran profusamente que existe un ancho mundo ahí fuera, antes de llegar al
extranjero. Un mundo, España, que es la que les da sus raíces y su identidad; un
mundo sin el que no son mas que lugareños, aldeanos, accesorio de la Historia, y
no categoría.
Si la falta de conocimiento es una forma de pobreza, señor
Sánchez -y estoy de acuerdo con ello-, nadie ha hecho más que ustedes por
empobrecer intelectualmente a los españoles.
Pide que lo votemos para combatir de raíz la corrupción,
el fraude. Y esto lo dice el mandamás del partido al que le acaban de
empapelar dos ex-presidentes de autonomía, y al que le están encontrando, día sí
y día también, motivos para empapelar a un montón de altos cargos.
Pide que lo votemos para tener una nueva política, más
participativa, más honesta, más útil para las personas. Pues eso, señor
Sánchez, es fácil: basta con eliminar los partidos políticos, establecer un
sufragio directo -donde todos los votos valgan lo mismo- que se ejerza a través
de los cauces naturales de representación.
Pide que lo votemos para lograr un proyecto compartido para
España, que respete la diversidad y garantice la igualdad de derechos y de
oportunidades (…) al margen del lugar en el que vivan...
Y esto lo dice el representante del partido
que -vía Zapatero- dio alas, y dineros, y su bendición -aprobaré en Madrid lo
que hagáis aquí- al separatismo catalán. Del partido que negoció -se rindió-
con el terrorismo etarra, despreciando los derechos de las víctimas. Del partido
que ha tolerado -igual que el PP, todo sea dicho- que los españoles no puedan
hablar, estudiar, nombrar sus negocios, en español dentro de España. Del partido
que volvió a levantar la barrera que parte a España por la mitad, con la Ley de
Iniquidad Histórica, y que nos devuelve a la guerra civil, a ver si esta vez la
gana el abuelo del nietísimo Rodríguez.
Y no me diga usted, don Pedro; no me digan
ustedes, amigos lectores, que lo que refiero con cosas del pasado. Por dos
razones: la primera, que el pasado define el futuro en cualquier sociedad; la
segunda, porque es el señor Sánchez el que finaliza su carta diciendo que pide
el voto para el partido que transformó nuestro país defendiendo la libertad,
la justicia, la solidaridad y el progreso.
O sea: que el señor Sánchez está satisfecho de
lo que ha hecho su partido. Todo lo que llevo expresado, y muchas cosas más que
se me olvidan y que definen al PSOE como el partido que busca con mas ahínco la
zafiedad, la chabacanería, la incultura popular, el nepotismo con sus afines, el
crimen de Estado para trincar fondos reservados, la injusticia con el
adversario, la desunión nacional y la vuelta a la guerra civil.
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