Mi camarada Arturo Robsy, que hace un
año que se nos fue a los luceros.
El primer contacto que tuve con
Arturo -creo que ya lo he contado, y quien se conozca la historia que me
disculpe la repetición- fue allá por 1989 ó 1990. Juntas Españolas había iniciado
unos años antes lo que por aquél tiempo pareció una briosa andadura, y se
consolidaba en torno a varios proyectos, entre los cuales el que me resultaba
más próximo era la revista EJE, como centro de una futura editorial que nunca
llegaría a desarrollarse. La historia de EJE fue difícil y bonita, y acaso
algún día la cuente entera, pero no es el momento.
El caso es que di en la idea de
publicar un libro en homenaje al -entonces- recientemente fallecido maestro
Rafael García Serrano. Nos dirigimos a todos los escritores y periodistas de
nuestro ámbito que pudimos encontrar y, entre ellos, a Arturo Robsy.
También contaré algún día, quizá, los
silencios y las respuestas negativas de algunos, y los motivos que adujeron.
Tampoco es este el momento. Sí es el momento de recordar cómo Arturo respondió,
casi a vuelta de correo, con su colaboración, y con otras muchas y buenas ideas
y sugerencias. Entre ellas, la de poner a nuestra disposición la BBS que
gestionaba, y a través de la cual ponía a disposición de quien quisiera
acercarse cuanto material literario caía a su alcance.
Dicho sea para los jóvenes o los que
se han iniciado en la informática después del advenimiento de los sistemas
Windows -esto es, para todos aquellos que no se han tenido que pelear durante
horas con el MS-DOS para configurar IRQs, memoria alta, memorias
expandidas y extendidas y otras maravillas-, una BBS era el antecedente directo
de un servidor de Internet, y todo el misterio radicaba en tener un ordenador
con módem, configurado para permitir el acceso remoto en todo instante. El que
tuviera otro ordenador con módem y conociera los parámetros para la conexión,
podía enchufarse cuando quisiera y descargar -vía FTP- lo que allí
hubiese.
No pudimos aprovechar su oferta
generosa porque ninguno de nosotros era capaz entonces de entender aquél
galimatías. Arturo, en cambio, era maestro también de los ordenadores, y de
ello dejó constancia en un libro divertidísimo y exacto que tituló cómo
liarse con un ordenador -en este enlace lo tienen, puesto que él declaró
todas sus obras de libre difusión para particulares-, que ya en el nombre
señala la forma en que los apasionados de la época nos acercábamos al misterio.
Bien: el caso es que ni pudimos
conectarnos a su BBS, ni se publicó el libro, ni sobrevivió Juntas Españolas, y
perdí el contacto con Arturo hasta muchos años después, ya en pleno auge de los
blogs en Internet. Nos escribíamos con frecuencia, y en muchas ocasiones
la epístola electrónica alcanzaba tales cotas de altura intelectual y literaria
por su parte, que no me resistí a trasladar esa correspondencia a este diario.
Últimamente su salud no le permitía
tanta frecuencia, y en uno de sus postreros mensajes, a raíz del fallecimiento
de mi madre, me decía que aquella muerte me dejaba en primera línea de cara al
más allá. Como se consideraba a sí mismo desde hacía tiempo.
Porque a Arturo, en ocasiones, le
urgía el ansia de la muerte. Sabía que la muy tarasca le andaba detrás y no la
rehuía, acaso porque ya estaba harto de ver esta España, por tercios patio de
Monipodio, zahúrda y lupanar, donde toda aberración tiene asiento.
Le dolía España, como a todos los
mejores, y no había perdido la fe, pero le costaba cada día más la esperanza. Y
aún así, como en el Envío de Ángel María Pascual, ponía arriba los
ojos, siempre arriba.
Y tu, Arturo, ya estás arriba, en ese lucero que
te ganaste a pulso. Y espero que cuando me llegue el turno podamos hacer juntos
nuestra guardia; y que al terminar nuestro cuarto pasemos a charlar a la sala
de banderas; y que después me lleves a visitar al maestro Rafael García
Serrano, maestro común y venerado; y que los tres nos echemos una parrafada de
horas, de días o de siglos; hasta que algún camarada nos venga a avisar para
que nos asomemos a la Tierra, porque en España empieza a amanecer.
2 comentarios:
Sin haberlo conocido, pero gracias a su blog uno se siente un poco más cercano a quien ha sabido ganarse la admiración y, quizas más difícil, el respeto de un maestro como usted. D.E.P.
Gracias, amigo Saturnino, pero no soy maestro de nada; si acaso,simple aprendíz, con más voluntad que mérito.
Para conocer a Arturo Robsy, lo mejor son sus obras, que aquí puede encontrar si lo desea:
https://mega.co.nz/#!otoDlJBb!eO7CSp95JnvRQtvimIiutw4VX9plASrcYLIpqcriga8
Un saludo.
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