Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 13 de mayo de 2013

SOBRE LOS ESPIAS DE MAS.

Espías sin los que –según informa La Gaceta, citando la opinión de un ente llamado Josep Domingo Ferrer, al que es de suponer que conocerá su señora madre- "no es sólo que cueste sobrevivir como Estado, sino que costaría mucho convertirse en uno."
 
El tema es que los aldeanos del separatismo catalán quieren hacerse con unos servicios de inteligencia propios -dentro del contrasentido de los términos inteligencia y separatismo-, y ya el CNI ha denunciado sufrir el espionaje de los espiítas de Mas. Incluso -continúa el citado periódico- ya disponen del embrión del futuro organismo de espionaje, un llamado Centro de Seguridad de la Información de Cataluña (Cesicat), nacido bajo los auspicios del traidor Rodríguez y el charnego Montilla, que ejerce competencias atribuidas exclusivamente al CNI del Ministerio de Defensa.
 
Todo esto, en un país normal, sería motivo más que suficiente para detener a los creadores de esos organismos que usurpan funciones correspondientes al Estado español; para entrullar a los individuos que hayan efectuado cualquier pesquisa acerca de los agentes del CNI; para remover de su cargo por prevaricación a los que, teniendo en su mano la posibilidad, no han impedido la existencia de un nido de espías dentro de la administración periférica española; y de procesamiento inmediato, por conspiración, de todos ellos.
 
Sin embargo, aquí no pasa nada. No pasa nada porque vamos de un extremo al otro; de un iluminado Rodríguez a un pasmado Rajoy; de un psicópata a un marmolillo. De un gilipollas a otro, en resumen.
 
O acaso, porque lo de los separatistas catalanes no deja de ser una ópera bufa; una comedia que nadie se toma en serio; una bufonada con la que despistar al hambriento. Porque, díganme ustedes qué organismo de espionaje puede montar un gobiernillo, cuando a sus loados mozos de escuadra se les puede sobornar con una invitación a un prostíbulo.
 
El problema es que esta payasada ya está alcanzando el límite donde la comedia prostibularia puede dar paso al drama.

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