Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 26 de julio de 2012

SOBRE EL DIFUNTO.

El difunto es, en este caso, don Gregorio Peces-Barba, de cuyo óbito habrán ustedes oído, visto y leído profusamente. El hecho ocurrió el pasado martes -o al menos tal día saltó a la prensa- pero disculparán que no me haya corrido prisa comentarlo.

Porque lo único que puedo hacer al respecto, es dejar unas líneas en blanco para que ustedes puedan imaginarse lo que el estilo falangista me impide -precisamente en este caso- escribir.

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4 comentarios:

Maite C dijo...

Te comprendo ya que nada bueno hay que decir.

El daño que ha hecho a la Iglesia y a España es irreparable.

Espero que en sus últimos momentos Dios le haya dado la oportunidad de arrepentirse y por tanto le haya perdonado.

Un abrazo.

daniel dijo...

Ya ha muerto y efectivamente, de los muertos, que ya no tienen posibilidad de defenderse, no se debe hablar mal. Pero sí de los vivos que se han apresurado a elogiarle y elevarle a los altares... masónicos.
Ahí sí que han quedado todos retratados.

Saludos

Doramas dijo...

Mejor lo dejamos en blanco, que las cosas de la tierra se pagan en el cielo. Y a este ni agua. ¿Champan?, eso lo dejo para el día que caiga el asesino de Paracuellos.

27 puntos dijo...

Tanta paz lleve como descanso deja.

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