Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 26 de octubre de 2011

ESTACIÓN TÉRMINUS (por Arturo Robsy).

Mucho se ha hablado de que los socialistas y sus excrecencias no sabían historia y, de ahí, esas demoliciones, esa extrañas versiones de lo pasado y ese cavar sin descanso donde se suponían tumbas antepasadas.

Era un error creerles tan analfabetos. Sabían perfectamente todo eso y más: no hacían otra cosa que usar los métodos conocidos pero más despacio y en otro orden, crear milicias propias, algunas con uniforme, con el mismo objetivo: la absoluta división de España que equivale a su desaparición en el concierto de las naciones.

Pocos habrá que no hayan atisbado hacia adónde nos llevan, lugar conocido tres veces en tres siglos, si contamos el XXI. Un lugar del que no se sale con palabras ni con arrepentimientos, donde pronto sabremos que los frailes envenenaban las fuentes y los caramelos. Las brigadas internacionales ya están casi terminadas, unas vendrán de Vascongados y otras de catalanes pero no de sangre catalana.

Mientras, la actual oposición, que sin duda ve lo que se le viene encima, calla y aguarda, que es el plan rojo-masónico de siempre y el gran negocio de la muerte y de los cementerios. A la tercera -se dirá alguno tozudo- irá la vencida. Recuerdo la frase de uno de los últimos escritos de mi amigo y maestro, Ángel Palomino: Huele a Febrero. Y eso que estamos entrando en el mes de los muertos.

¿Que adónde nos llevan? A lo viejo; a lo fracasado; a la obsesión freudiana; al hombre nuevo, estrecho de cabeza y resentido de gónadas. Tras esa fase hay otra, que no se desea, pero que, arrinconados los valores permanentes, se presenta como posibilidad final.y única. Llega, pues, la legalidad republicana contra la que sólo queda la resistencia; aunque sea la del asno que clava las cuatro patas y se dice: ahí no. Pero el bueno apercibido está solo.

Pero nos llevan y sin ronzal: con cantos de sirenos boinudos.

Arturo Robsy.

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