Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 20 de diciembre de 2010

SOBRE LAS TERTULIAS DE SIMANCAS.

Don Rafael Simancas es -para quien no lo conozca siquiera en Madrid, donde pretende sustituir a la señora Aguirre- socialista. Socialista zapaterino, pese a que Rodríguez le quiso puentear con la designación digital de doña Trinidad Jiménez para aspirante a gobernar la Comunidad de Madrid.
Don Rafael Simancas es un conocido perdedor, pues lleva ocho años -acaso doce- siendo derrotado, y es posible que goce dentro de unos meses de un nuevo bofetón del electorado. Don Rafael Simancas es un socialista típico y tópico, rojazo de guardarropía, stalinista ocultón al que basta con rascar levemente la capa oleosa de democracia con que se recubre, para que salga a la luz el bolchevique cavernario.
En uno de estos arranques de dictadorzuelo, se pregunta en artículo publicado por El Plural -que lo copia de la Fundación Sistemas, en enlace que lleva al blog del susodicho- cuántas tertulias de extrema derecha hay en televisión.
Tetulias que, evidentemente, le causan la normal molestia que a todo ceporro le supone que le canten las verdades con argumentos, hasta el extremo de pretender un debate sobre los límites en el ejercicio de la libertad de expresión. O sea, que sólo puedan hablar los suyos.
Pero mire, señor Simancas, la respuesta en muy sencilla: hay tantas tertulias de lo que usted llama extrema derecha, como quieren los televidentes que las siguen, que a fin de cuentas son los que las mantienen en antena.
Los mismos -los televidentes- que han mandado a freír espárragos a las tertulias plúmbeas y marxistoides de sus amigos de Prisa.

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