Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 12 de noviembre de 2010

SOBRE QUIEN PAGA.

Ha dicho doña Esperanza Aguirre que las multas que se impongan a jovenes insolventes por pintarrajear las paredes, hacer botellón o molestar a los vecinos con ruídos por la noche, las pagarán sus padres.
A mi, de entrada, me parecería perfectamente si fuera verdad y se cumpliera. Pero todos sabemos que ni es cierto que se vaya a perseguir el ruído de los vándalos, ni sus vomitonas, deyecciones y demás muestras de lo unico que saben hacer: el animal.
Pero me surge una pregunta. Habida cuenta de que hoy día la legislación vigente -una mierda, pero vigente- impide a los padres pegar, no digo un bofetón, ni una humilde colleja, sino incluso un berrido, al hijo que los poderes públicos han concedido todos los derechos a hacer el bestia, ¿qué hacen los padres cuando el niñato se les sube a las barbas? ¿Qué hacen las familias cuando el niño -al que ustedes, los políticos, no han permitido educar- se sale de madre?
¿O el caso es que paguen si el niño es una mala bestia, y que paguen también si le dan dos leches a su debido tiempo?
¿Ve, doña Esperanza, como son ustedes -todos- absurdos, y tienen lo que un amigo denomina manos eróticas, porque cada vez que tocan algo, lo joden?

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