Bien, ya se que, así dicho, hay infinidad donde elegir; pero tampoco podía dar más detalles en el titular.
El iletrado -sin desmerecer a tantos otros posibles candidatos-, es el señor director de la compañía nacional de teatro clásico, que 20 Minutos -edición Madrid, papel, pág. 29- dice que es don Eduardo Vasco.
Y el referido señor Vasco, que presenta su versión de El alcalde de Zalamea, afirma que el argumento trata de "un abuso de poder" y de "los tremendos desmanes que la soldadesca provocaba impunemente a los villanos que tenían la obligación de alojar a los soldados en sus casas cuando el Ejército se detenía".
Parece imposible que un señor director de la compañía nacional de teatro clásico no haya leído y ni siquiera visto por encima una representación de El Alcalde de Zalamea. Porque don Pedro Calderón de la Barca, capitán de los Tercios, no habla de ningún desmán por alojar soldados en las casas de los lugareños, sino de la seducción y posterior abandono de la hija de un villano por un oficial de los Tercios. Y de su posterior ajusticiamiento por tal delito con garrote vil -pues como los hijosdalgo / viven tan bien por acá, / el verdugo que tenemos / no ha aprendido a degollar-, y no decapitado como a su rango correspondería, lo que posteriormente sanciona el Rey dado que al ajusticiar al violador, bien dada la muerte está; / no importa errar lo menos / quien acertó lo demás.
Y además, que el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios.
Por cierto, y ya que hablamos de iletrados, en Cruzada Hispánica tienen una interesante reflexión sobre los mamarrachos quemalibros a que en entrada anterior hice referencia.
El iletrado -sin desmerecer a tantos otros posibles candidatos-, es el señor director de la compañía nacional de teatro clásico, que 20 Minutos -edición Madrid, papel, pág. 29- dice que es don Eduardo Vasco.
Y el referido señor Vasco, que presenta su versión de El alcalde de Zalamea, afirma que el argumento trata de "un abuso de poder" y de "los tremendos desmanes que la soldadesca provocaba impunemente a los villanos que tenían la obligación de alojar a los soldados en sus casas cuando el Ejército se detenía".
Parece imposible que un señor director de la compañía nacional de teatro clásico no haya leído y ni siquiera visto por encima una representación de El Alcalde de Zalamea. Porque don Pedro Calderón de la Barca, capitán de los Tercios, no habla de ningún desmán por alojar soldados en las casas de los lugareños, sino de la seducción y posterior abandono de la hija de un villano por un oficial de los Tercios. Y de su posterior ajusticiamiento por tal delito con garrote vil -pues como los hijosdalgo / viven tan bien por acá, / el verdugo que tenemos / no ha aprendido a degollar-, y no decapitado como a su rango correspondería, lo que posteriormente sanciona el Rey dado que al ajusticiar al violador, bien dada la muerte está; / no importa errar lo menos / quien acertó lo demás.
Y además, que el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios.
Por cierto, y ya que hablamos de iletrados, en Cruzada Hispánica tienen una interesante reflexión sobre los mamarrachos quemalibros a que en entrada anterior hice referencia.
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