Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 1 de agosto de 2010

SOBRE LOS GRADOS DE ROJEZ.

Grados que -se asombra Público- establece la Real Academia de la Lengua de cara a la próxima edición de su Diccionario.
En concreto, parece que para la RAE no es lo mismo un rojo que un rojillo. El rojo sería un radical, revolucionario, en tanto que el rojillo es el que sólo tiene tendencias izquierdistas.
No dice nada el rojo Público sobre si la Academia introduce la valoración de rojazo, o la de rojo de mierda, que tantos enteros está ganando.
Pero, con respecto a rojillos, temo que la Academia anda errada -sin hache, aunque cualquiera sabe-, porque la definición de rojillo la dio -como nadie y como siempre- el maestro Rafael García Serrano en su Diccionario para un macuto:
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Ahora bien, el primer premio de las denominaciones se lo llevó aquella dulce palabra: rojillos, porque fue siempre dicha con ternura, con admiración y con respeto para el adversario. Al decir rojillo parecía como si se tendiese un puente de humanidad desde nuestras líneas a las de enfrente.
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Con que vea la RAE si no se adelantó el maestro Rafael unas décadas, y lo que perdió no teniéndole en sus sillones.
Por cierto, que también el maestro avanza una suposición sobre la molestia de los rojos al verse llamados rojillos, en torno a la copla que cantaban los voluntarios de una Bandera de Castilla en sus primeros días serranos:
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¿Quiénes son esos rojillos
que tenemos ahí enfrente?
Son los de la Joven Guardia
con los cuernos en la frente.
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1 comentario:

Old Nick dijo...

Aunque la mona se vista de seda,
mona se queda"...

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