Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 24 de junio de 2010

SOBRE LA PROTESTA DEL MORO.

Dice La Razón que el Gobierno español -o lo que sea- dio orden de suspender los vuelos de abastecimiento entre Melilla y el Peñón de Alhucemas, habida cuenta de que al rey de Marruecos le molestaban en sus vacaciones por la zona, hasta negociar con los mojamés la popsibilidad de continuar con los vuelos.
Teniendo en cuenta que antes de todo el follón alauita existía un acuerdo firmado hace un par de décadas, parece que el haber mantenido sin relevo ni abastecimientos a los militares, y retenido al personal civil que había ido a hacer unas reparaciones, es una clara bajada de pantalones.
Porque es muy loable la buena vecindad, y hasta los detalles amistosos de favorecer la siesta de don Mohamed; pero para todo hay soluciones en esta vida. Por ejemplo, si al rey de Marruecos le molestaban los rotores del helicóptero, enviando una fragata -más silenciosa aunque pasara a cien metros del yate del amigo del moro- para realizar el mismo cometido.

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