Resulta que, tras mes y medio removiendo la tierra del lugar donde los enteradillos aseguraban que estaba enterrado Federico García Lorca y no se cuantos más cadáveres de asesinados -por los fachas, ni que decir tiene; los asesinados por los rojos no son de la incumbencia de esta memez histérica-, resulta que allí no sólo no está Lorca, sino nadie; y que allí jamás ha habido enterramiento alguno.
La información, recogida por el llamado historiador Ian Gibson de un tal Manolo el comunista -por nombre Manuel Castilla- es ilustrativa. No por la veracidad, que a la vista queda, sino porque el señor Gibson pudo hablar y ser conducido por este Manolo el comunista al presunto enterramiento, en los años 1966 y 1976. Y esto demuestra, salvo caso de que el señor Gibson fuera informado por un fantasma -lo que explicaría muchas cosas- que el referido comunista estaba vivo en tales fechas, y que nadie le impedía hablar, ni mostrar a los extranjeros el paisaje, ya que no otra cosa. También -cuenta El País- le había enseñado el sitio a otro extranjero, llamado Agustín Penón, en 1956, plena caverna del franquismo.
Y ahora, claro, buscan otras historias para satisfacerse: que si Lorca estará enterrado a 500 metros -en un lugar llamado El Caracolar-; que si en un barranco próximo, -"el barranco de Víznar, donde hay enterrados cerca de 3.000 fusilados", o al menos eso dicen, porque lo mismo se ponen a rebuscar y tampoco se encuentra ni resto-; que si en el mismísimo Valle de los Caídos, "junto al verdugo", dicen los hijoputas de El País.
El investigador Miguel Caballero, por su parte -lo sigue citando El País, no me lo invento- concluye que "el asesinato de Lorca se debió a rencillas familiares", tras pesquisas que se remontan al siglo XVIII.
Más posible parece esto, que afirmar, -como los cabrones de El País- que Franco, que bastante tenía con mandar el avance de las Columnas del Sur corriendo a gorrazos a los republicanitos lorquianos, se entretuvo en buscar a un escritor al que brindaban protección unos falangistas de pro.
Pero esto son divagaciones, y lo que me importa resaltar es que, tras 47 días de búsqueda exhaustiva, un equipo de arqueólogos no ha hallado ni rastro -no ya de los cadáveres- sino de la fosa y de cualquier signo de enterramiento.
A ver si la mayoría de las fosas van a ser como esta, o como aquella otra donde se encontraron, efectivamente, cadáveres; pero cadáveres con insignias de los dos ejércitos -nacionales y rojos- mezclados, y todos ellos con -según informe forense- heridas típicas de guerra y en ningún caso demostrativas de fusilamiento.
Si no fuera así, ¿por qué se muestran tan reticentes los rojos actuales a abrir cada fosa, fosuela y fosilla que los "Manolo el comunista" señalan?
La información, recogida por el llamado historiador Ian Gibson de un tal Manolo el comunista -por nombre Manuel Castilla- es ilustrativa. No por la veracidad, que a la vista queda, sino porque el señor Gibson pudo hablar y ser conducido por este Manolo el comunista al presunto enterramiento, en los años 1966 y 1976. Y esto demuestra, salvo caso de que el señor Gibson fuera informado por un fantasma -lo que explicaría muchas cosas- que el referido comunista estaba vivo en tales fechas, y que nadie le impedía hablar, ni mostrar a los extranjeros el paisaje, ya que no otra cosa. También -cuenta El País- le había enseñado el sitio a otro extranjero, llamado Agustín Penón, en 1956, plena caverna del franquismo.
Y ahora, claro, buscan otras historias para satisfacerse: que si Lorca estará enterrado a 500 metros -en un lugar llamado El Caracolar-; que si en un barranco próximo, -"el barranco de Víznar, donde hay enterrados cerca de 3.000 fusilados", o al menos eso dicen, porque lo mismo se ponen a rebuscar y tampoco se encuentra ni resto-; que si en el mismísimo Valle de los Caídos, "junto al verdugo", dicen los hijoputas de El País.
El investigador Miguel Caballero, por su parte -lo sigue citando El País, no me lo invento- concluye que "el asesinato de Lorca se debió a rencillas familiares", tras pesquisas que se remontan al siglo XVIII.
Más posible parece esto, que afirmar, -como los cabrones de El País- que Franco, que bastante tenía con mandar el avance de las Columnas del Sur corriendo a gorrazos a los republicanitos lorquianos, se entretuvo en buscar a un escritor al que brindaban protección unos falangistas de pro.
Pero esto son divagaciones, y lo que me importa resaltar es que, tras 47 días de búsqueda exhaustiva, un equipo de arqueólogos no ha hallado ni rastro -no ya de los cadáveres- sino de la fosa y de cualquier signo de enterramiento.
A ver si la mayoría de las fosas van a ser como esta, o como aquella otra donde se encontraron, efectivamente, cadáveres; pero cadáveres con insignias de los dos ejércitos -nacionales y rojos- mezclados, y todos ellos con -según informe forense- heridas típicas de guerra y en ningún caso demostrativas de fusilamiento.
Si no fuera así, ¿por qué se muestran tan reticentes los rojos actuales a abrir cada fosa, fosuela y fosilla que los "Manolo el comunista" señalan?
2 comentarios:
Sé que está feo recomendar que visitéis mi página pero esta vez viene que ni pintado...
http://27puntos.blogspot.com/
Espero que los restos de botellón encontrados en lugar de los huesos de Lorca les hagan entrar de razón. Aunque sé que es mucho pedir.
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