El señor Pérez Touriño le pidió ayer al señor Rodríguez Zapatero que tenga en cuenta, a propósito de la financiación de las autonomías, el hecho diferencial de tener lengua propia, y el coste que de ello se deriva.
Contra lo que pudiera parecer, y seguramente esperen mis habituales, no voy a decir quer el señor Pérez es un imbécil, ni que el señor Rodríguez es un fantoche. Ni siquiera voy a recordar sus posibles ancestros.
Al contrario: me parece muy requetebién que a los que tienen dos lenguas se les suelte la mosca de manera adecuada a sus necesidades.
Sobre todo, teniendo presente que, para evitar un patente agravio comparativo, a unos cuantos afortunados que no hablamos castellano, sino español, nos va a tocar una pasta gansa. Empiecen, señor Pérez, señor Rodríguez, el recuento, y vayan sumando las partidas presupuestarias correspondientes para los que tenemos como lenguas propias las siguientes: una de las cooficiales en muchos Estados de EE.UU., y en Filipinas; mejicano, nicaragüense -¡salve maestro Rubén!-; hondureño, salvadoreño, dominicano, cubano, guatemalteco, costarricense, peruano, boliviano, venezolano, ecuatoriano, colombiano, uruaguayo, paraguayo, chileno, argentino, aragonés, santanderino, castellano, andaluz, canario, extremeño, murciano, leonés, navarro, madrileño, ceutí, melillense, y alguno más que seguramente se me olvida.
Pero, sobre todo, tengo verdadero interés en que me subvencionen el estudio de dos lenguajes a los que tengo gran aprecio y me parecen cada día de más utilidad: el cuartelero, cuyas primeras y eruditas clases recibí hace muchos años del gran maestro Rafael García Serrano, y perfeccioné practicando con un benemérito guardia civil que Dios tenga en su Gloria; y el arameo, idioma que cada vez nos está haciendo más falta por razones evidentes.
Contra lo que pudiera parecer, y seguramente esperen mis habituales, no voy a decir quer el señor Pérez es un imbécil, ni que el señor Rodríguez es un fantoche. Ni siquiera voy a recordar sus posibles ancestros.
Al contrario: me parece muy requetebién que a los que tienen dos lenguas se les suelte la mosca de manera adecuada a sus necesidades.
Sobre todo, teniendo presente que, para evitar un patente agravio comparativo, a unos cuantos afortunados que no hablamos castellano, sino español, nos va a tocar una pasta gansa. Empiecen, señor Pérez, señor Rodríguez, el recuento, y vayan sumando las partidas presupuestarias correspondientes para los que tenemos como lenguas propias las siguientes: una de las cooficiales en muchos Estados de EE.UU., y en Filipinas; mejicano, nicaragüense -¡salve maestro Rubén!-; hondureño, salvadoreño, dominicano, cubano, guatemalteco, costarricense, peruano, boliviano, venezolano, ecuatoriano, colombiano, uruaguayo, paraguayo, chileno, argentino, aragonés, santanderino, castellano, andaluz, canario, extremeño, murciano, leonés, navarro, madrileño, ceutí, melillense, y alguno más que seguramente se me olvida.
Pero, sobre todo, tengo verdadero interés en que me subvencionen el estudio de dos lenguajes a los que tengo gran aprecio y me parecen cada día de más utilidad: el cuartelero, cuyas primeras y eruditas clases recibí hace muchos años del gran maestro Rafael García Serrano, y perfeccioné practicando con un benemérito guardia civil que Dios tenga en su Gloria; y el arameo, idioma que cada vez nos está haciendo más falta por razones evidentes.
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