Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 23 de diciembre de 2008

SOBRE ESTAS FECHAS.

Que no fiestas, aunque también lo marque así el calendario laboral, porque aquí de lo que se trata es de celebrar que nace Jesús, que nos nace Dios a todos y cada uno de nosotros.
Como es tradicional, quiero felicitar la Navidad; esto es, la Natividad del Señor, a los amigos conocidos y desconocidos. A los camaradas conocidos y desconocidos; conocidos todos, al fin, porque hijos somos de la misma madre España.
Quiero felicitar el nacimiento del Niño a todos los que, siendo españoles, saben y sienten lo que es España; y quiero desearles -desearme- que el próximo año volvamos a tener la España que queremos, aunque no la merezcamos.
A todos los demás; a los que no saben lo que es España, ni lo sienten, ni les importa, no ha de extrañarles que tampoco a mí me importe una higa lo que sea de ellos. A los que no son mas que ciudadanos, o demócratas, o tolerantes, o cualquiera otra de las múltiples etiquetas idiotas, que les vayan dando.
A los que están dejando morir a mi madre España, a los que la están matando con su estupidez, su cobardía, su abulia, su necedad y sus topicazos de chinchín televisivo, no les puedo desear otra cosa.
Y esta vez ni siquiera pido a Dios que me perdone por ello, porque ni estoy mínimamente contrito, ni tengo ningún propósito de enmienda.


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