Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 10 de noviembre de 2008

SOBRE LA HERENCIA.



Comenta mi camarada Arturo Robsy que el socialismo se la tiene jurada al 20-N, de manera que cuando se aproxima la fecha en que Franco falleció -porque ninguno de ellos tiene la suficiente cultura para saber que sus ancestros asesinaron en igual día a José Antonio y, curiosamente, a Durruti-, desencadenan campañas por tierra, mar y aire con el fin de convencerse, a sí mismos, de que perdieron víctimas de un señorito, fascista y pistolero, y de un general desalmado que hacía la vista gorda.

Y, como de costumbre, acierta de pleno. Llevamos cinco años viviendo un permanente 19 de noviembre, víspera de la fecha fatídica que, a base de demonizarla, revalorizan cada día.

Si a partir del 22 de Noviembre de 1975 -fecha de la coronación de Juan Carlos I y del entierro de Francisco Franco- hubieran dejado en paz a los muertos, hoy probablemente seríamos unos pocos los que recordaríamos el aniversario como algo especial.

Pero no son capaces, porque son necrófagos y lo llevan en la sangre, en los genes o en el resentimiento que les sale por las orejas.

Tiene que ser duro llevar más de 30 años viviendo de las rentas, de la herencia y del cuento. De las rentas y de la herencia de Franco, de su régimen que hizo realidad bastantes de las propuestas de justicia social de la Falange, y de todos los españoles que contribuyeron a ello con su trabajo.

De la herencia que dejó: los pantanos que nos siguen dando de beber; los trasvases que siguen apagando la sed de las tierras resecas, porque entonces los españoles eran solidarios, y cuando pretendían ser egoístas el Estado los metía en vereda de raciocinio.

De la herencia de cientos de miles de viviendas construidas por la Obra Sindical del Hogar; viviendas que ahora califican de chabolismo vertical los gilipollas que babean de puro éxtasis ante las soluciones habitacionales de 30 metros cuadrados a precio de oro. Viviendas -aquellas- lo suficientemente bien construidas como para continuar de pie y en perfecto estado 30, 40 ó 50 años después, y lo suficientemente amplias y bien dispuestas como para permitir que viviera dignamente una familia. Y lo dice quien vivió en una de ellas, no como los señoritos necios que hablan sin saber de qué.

De la herencia del oro del Banco de España -recuperado tras el robo socialista del 36- que ha permitido tener unas reservas con las que hacer frente al mal gobierno de décadas, hasta que ha llegado un "lince" a venderlo a la mitad de lo que vale ahora, haciéndonos perder lo que no está en los escritos. E invirtiendo los papelitos recibidos por el oro en la bolsa, Dios le conserve la vista.

Y menos mal que la Seguridad Social -creada por el ministro falangista José Antonio Girón de Velasco en los oprobiosos tiempos franquistas- se ha salvado de que invirtieran, en esa misma Bolsa que ha caído en picado, los fondos de garantía de las pensiones, como pretendían los "expertos" gubernamentales, Dios les conserve la cordura.

Todo el tiempo ha sido 19 de Noviembre para las hordas zapateras -comenta Arturo. Y así es; todo el tiempo ha sido un atropello continuo de la verdad, una mentira prolongada, casi elástica como chicle, que se han llegado a creer en su debilidad mental.

Debilidad mental comprensible en los cachorros treintañeros, deseducados y maleducados en la norma del todo vale mientras lo pase bien; comprensible, ya que no disculpable, puesto que la peor necedad es la del que no quiere saber. Pero debilidad mental incomprensible e imperdonable en quienes vivieron la realidad y reniegan de su propia experiencia vital, y se acomodan bovinamente a las anteojeras de la mentira sectaria.

(Publicado también en La Tribuna de España)

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