Que es la interpretación del nombre del monigote de Puigdemont que nos ofreció
el jienense rebotado Rufián, en una supuesta indicación a la Guardia Civil.
O sea, que -jienenses rebotados aparte- me refiero a don Quim Torra, con
cuyos artículos anda el personal un pelín molesto.
El que suscribe no; el
que suscribe comprende perfectamente que en todas partes hay de todo. Así, entre
los españoles hay gente lista y gente tonta; hay gente honrada y hay ladrones;
hay gente con amplitud de miras y hay gente cerrada de mente; hay gente pacífica
y gente buscapleitos; hay gente de mundo y hay gente de aldehuela; hay gente
seria y gente ridícula; hay gente de lira y hay gente de gaita. Por resumir: hay
gente como cualquiera de los que hacen la merced de leer estas palabras -salvo
que hayan llegado por error y pertenezcan al otro grupo- y hay gente como don
Quim Torra.
Porque esto es, ni más ni menos, lo que ocurre. Que don Quim
Torra hace -en esos artículos que al personal le andan quemando- el perfecto
retrato de esa minoría de españoles que son obtusos, romos, paletos, catetos,
aldeanos, de miras tan limitadas como el valle donde pacen, borricos que jamás
podrán ser águila y por eso la desdeñan; de esos españoles que se refocilan en
la mugre, que reniegan de lo que les hace universales, que tienen las ideas tan
cortas como largos los tópicos, que se revuelcan en la zahúrda del estereotipo y
huyen de la clara luminosidad de la verdad. Don Quim Torra hace, en esos
artículos, el perfecto retrato de sí mismo y de cuantos españoles como él han
desandado el camino de la Historia para volverse a la caverna.
"Ahora miras a tu país y vuelves a ver hablar a las bestias.
Pero son de otro tipo. Carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana,
sin embargo, que destilan odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de
dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la
lengua."
Esto es lo que escribía don Quim Torra. ¿Hay mejor
definición, mejor retrato, del paleto independentista, del separatista llorón,
ombliguista, cerril y reconcentrado en su parcelita sin horizontes, incapaz de
elevarse a lo universal desde su madriguera de hiena, o de zorra que desprecia
las uvas que no alcanza? ¿Hay mejor retrato de toda esa mugrienta hez de
guarros, okupas, perroflautas y matones de patio de colegio que amenazan a
quienes usan la segunda lengua mas extendida del mundo? ¿Hay algo más mohoso,
más cerrado, más pequeño, que esos pobres catetos perturbados por el odio hacia
lo grande, hacia lo que su pequeñez les impide
comprender?
Lamentablemente, señor Torra, hay españoles así; como usted.
Aunque acaso sólo quede compadecerle, pensando en qué situaciones habrá usted
vivido; qué traumas habrá usted cosechado, obligado a ver y conocer en su aldea,
en su cueva, a gentes nauseabundas de dentadura postiza con moho.
Estas son cosas que a ninguna persona con la imprescindible higiene física y
mental se le hubiera ocurrido; estas cosas hay que verlas, porque de lo
contrario son inimaginables.
Con esos antecedentes, señor Torra, ni
siquiera parece usted un mamarracho, ni siquiera un pelele, ni siquiera un ser
empequeñecido por su soberbia de enano mental. Ni siquiera parece usted un ser
disminuído por el victimismo, cercado por el odio hacia el mundo, con el rostro
hinchado de llorar por una pataleta de niño malcriado. Con estos antecedentes,
señor Torra, usted parece -lisa y llanamente- un gilipollas.
Y, por
supuesto, señor Torra, si usted considera mis palabras inconvenientes,
sepa que son fruto de la intensidad.
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