Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 18 de mayo de 2018

SOBRE EL PISITO.


El de don Pablo Iglesias y doña Irena -portavoza- Montera, que está dando tanto de que hablar entre los tertulianos, políticos y gentes sin graduación.

El pisito no es tal, sino un chalet que -dicen- les ha costado la calderilla de 600.000 euretes. Vamos, lo que cualquiera lleva en el bolsillo a diario. Y la gente, los políticos -evidentemente los contrarios- y los tertulianos les afean ese dispendio por ser de izquierdas.

Pero, señores, no sean ustedes tan cerrados de mente. Don Pablo y doña Irena se han ganado sus sueldos, y tendrán sus ahorrillos, como cualquiera. ¿O no?. 

El problema viene, como le suele ocurrir a los besugos -vaya, y a cualquier otro pez-, por la boca. Porque don Pablo dijo en su día que para saber lo que le pasa a la gente hay que vivir en Vallecas, no en un ático de lujo. Pero es que las cosas se ven distintas cuando las hace el de enfrente ¿verdad?

Además, señores quejicosos: ¿es que ustedes todavía no saben que lo primero que hacen los comunistas es quedarse con los chalecitos, los palacios -de Invierno, o de verano, o de entretiempo- e incluso los coches de los demás? ¿Es que no saben todavía que la aspiración máxima del buen comunista es la dacha?

¿Entonces, de qué protestan, de qué se asombran? Don Pablo y doña Irena no han hecho mas que lo que les caracteriza, aquello a lo que les obliga su religión; con la salvedad de que, en su caso, no se han apropiado del chalet, sino que han conseguido que algún banco les conceda una sustanciosa hipoteca -o un sustancioso hipoteco- en términos amistosos. En términos de -según decía ayer no se cual de sus siervos podemitas- 500 eurillos al mes, que luego la prensa ha subido hasta 1.600.

Lo mismo que cualquier trabajador de Vallecas ¿no, don Pablo?

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