Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 5 de octubre de 2016

SOBRE EL MÁXIMO INTERÉS DEL PSOE.


Quizá mis habituales se hayan extrañado de que no haya comentado nada sobre el tema del PSOE hasta la fecha. Pero es que, en realidad, poco había que comentar. Veamos:

El golpismo del PSOE -ellos son los que han dicho que la defenestración del señorito Sánchez ha sido un golpe de estado dentro del partido- no es cosa nueva. ¿Cuántos intentos -si bien fallidos- llevamos conocidos en las últimas décadas? Mi memoria no alcanza a tanto, y no tengo archivo para comprobarlo, pero quien guste de husmear en la pequeñez cotidiana ahí tiene las hemerotecas.

Tampoco le ha hecho ascos nunca el PSOE al golpe de Estado -esta vez con mayúsculas- externo al partido; y, para desmemoriados progres conviene recordar Octubre de 1934. O -para no irnos tan lejos- febrero de 1981.

Lo que sí merece comentario es la situación en que queda el partido socialista y, por ende, la situación nacional.

Ante el PSOE se abren dos posibilidades, ya más que comentadas en prensa, radio y televisión, por lo que no ahondaré. En resumen, se trata de que consienta la investidura de Rajoy o de que vayamos a unas terceras elecciones dentro de poco más de dos meses.

Ambas cosas son malas para el PSOE, y enfrenta a los nuevos dirigentes a una disyuntiva imposible. Si se abstiene y, a consecuencia, gobierna el PP, puede dar por perdidos buena parte de sus votos en un futuro próximo. Si persiste en la negativa y se producen nuevos comicios, puede dar por perdida la mayoría de sus votos dentro de dos meses. 

Podría pensarse que le queda la opción de negociar la investidura y obtener a cambio algún rendimiento, pero esta es una ilusión falsa. Rajoy sabe -o debería saber- que el PSOE ya no está en posición de fuerza. Lo que tal vez pudiera haber obtenido Sánchez a cambio de una abstención, ahora ya no es posible.

Y no lo es, por la sencilla razón de que ahora es el PSOE el que necesita, como sea -frase favorita del zapaterismo- un gobierno del PP; y un gobierno estable, que dure por lo menos tres años.

El PSOE necesita tiempo para recomponerse, para lamerse las heridas y para -probablemente- limpiar sus huestes. No se puede siquiera permitir una oposición furibunda que diera paso a elecciones anticipadas, porque entonces el lastre que lleva acumulado se dejaría sentir y quedaría sobrepasado por la ultraizquierda podemita.

Queda por ver si Rajoy es capaz de manejar la situación sin arrogancia y con la suficiente mano izquierda, ofreciendo al PSOE una salida decorosa -algún pacto sobre determinados temas o incluso, en el colmo de un impensable maquiavelismo, algún ministerio de poco peso pero de representación-, o se regodea en hundir al adversario, lo que devendría en fomentar el podemismo.

Queda también por ver si los votantes y los militantes del PSOE, que en su mayoría son de extrema izquierda -y sólo hay que ver con qué buen ánimo recibieron al guerracivilista Zapatero y a su posterior émulo Sánchez, ejemplo donde los haya de estalinista en el manejo de su partido- son capaces de darle al PSOE esos años que necesita para resurgir o, cuando menos, frenar la descomposición.



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