Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 27 de mayo de 2014

SOBRE LA CUCHIPANDA ELECTORAL.

Cuchipanda, o festejo, o mascarada o gilipollez electoral, en la que -una vez más- todos dicen haber ganado algo. Y lo peor es que llevan razón, que todos han ganado porque aquí sólo pierde España.
 
Curioso el castañazo de VOX. Se nota que, aunque por término medio el electorado ni tiene memoria ni tiene ideas, la mercancía vidalcuadrista está tan averiada que ya no la compran ni los forofos. Me alegro, para qué voy a decir lo contrario.
 
Curioso también el bofetón populista, que pierde bastante y, evidentemente, por la zona de la derecha, porque los votos de los más o menos centristas -los moderadamente tibios que se mueven a golpe de pataleta- oscilan de PP a PSOE, y en esta ocasión no ha sido así. Los votos que pierde el PP son los de su derecha, porque no los gana el PSOE. Y los votos que pierde el PSOE son los de su izquierda, auténtica triunfadora de estas elecciones. Ese es el dato más relevante: el triunfo de la ultraizquierda; una ultraizquierda de grupos filoterroristas, antisistema y separatistas.
 
Y, como era de esperar en una derecha suicida y sin cuajo, los partidos nacionales -o patriotas, como se autodenominan ahora- han vuelto a los mismos resultados ínfimos de ocasiones anteriores, limitados a sus electores propios y sin arrastrar nada del descontento de esa derecha que vota PP con la nariz tapada. El esfuerzo de la coalición Impulso Social se ha quedado muy corto, puesto que había otras tres o cuatro candidaturas de similar espectro. Lo digo en cada ocasión -siempre con el mismo éxito- y lo repetiré en esta: para movilizar el ímpetu de los que queremos una España diferente, es necesaria una gran coalición donde estén todos -entiéndase bien: todos- los que desde este ámbito quieran concurrir a las elecciones. Y si eso no es posible, que todos -entiéndase bien: todos- nos expliquen los motivos de discordancia ideológica que lo impiden.
 
Pero lo que más llama la atención -al menos a mí, a quien estas mascaradas traen más bien al fresco-, es el regocijo de los plumíferos y voceros de los medios de comunicación derechistas porque -dicen- en España no haya avanzado la ultraderecha, y el escándalo por el triunfo de las opciones ultraderechistas en el resto de Europa.
 
Y esto lo dicen los que presumen de demócratas, que en estos casos siempre se pasan por el arco de la papeleta la voluntad popular, y anatematizan a los electores de otros países que han ejercido su derecho eligiendo lo que les parecía mejor. De verdadera vergüenza ajena las diatribas de Ramón García en la COPE contra el Frente Nacional en Francia o Amanecer Dorado en Grecia, a la par que tenía como invitado a ese tal Pablo Iglesias, cuyo partido se mueve en la ultraizquierda antisistema, con toques de chavismo y bolivarismo. Y esto, repito, en la COPE. Nada extraño, si tenemos en cuenta que a este mismo individuo le ha dado amplia cancha Intereconomía.
 
Con todo, a mí estos resultados me parecen razonablemente esperanzadores. Cada día estoy más convencido de que esto ya no tiene solución pacífica, porque no es paz la eterna algarada de la guerrilla urbana ultraizquierdista, ni la persecución ideológica a todo lo que no sea ultraizquierda, ni las agresiones a todos los que no se pliegan a la dictadura ultraizquierdista, filoterrorista y separatista, de forma que cuando antes llegue lo que tiene que llegar, mejor.
 
Por lo menos, que me coja todavía con fuerzas para echar una manita. Amén.

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