Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 15 de julio de 2013

SOBRE LA MUJER DE CESAR.

Suele verse escrito el dicho -más o menos- como que la mujer del César no sólo debe ser honrada, sino que debe además parecerlo.

 

Esto es inexacto, y así me lo hizo saber un lector de La Nación con ocasión de haberlo escrito como antecede en un artículo. No se trata -decía mi comunicante- de un dicho aplicable a un César indeterminado, sino al propio Julio César que dio nombre al cargo. Y la historia -continuaba- sucedió cuando las habladurías comentaron que la mujer de Cayo Julio mantenía relaciones inadecuadas con un íntimo amigo de César. Este aseguró que confiaba plenamente en su mujer y en su amigo, y afirmó que las habladurías eran falsas. Después, se divorció de su mujer, aduciendo que no sólo debía ser honrada, sino parecerlo.

 

Bien, discúlpenme la referencia entre lo histórico y el cotilleo de sociedad, y díganme si don Mariano Rajoy, por muy honrado que sea, no debería parecerlo un poquito más.
 

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