Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 12 de noviembre de 2011

SOBRE EL CHOTEO DE LAS AUTONOMÍAS.

Que no es que lo diga yo -facha y todo eso, ya ustedes saben- sino que en su día lo dijo -vean la referencia en ABC, si gustan- nada más y nada menos que don Alfonso Guerra, el descamisao que don Alfredo Pérez ha sacado del trastero para, tras orearle la naftalina, achucharlo en los mítines.

Lo de que las autonomías son un choteo lo dijo el señor Guerra, y lo decimos todos los españoles -e incluso los extranjeros que aún se toman en serio a este país que ya no es España ni por el forro- que tenemos dos dedos de frente y si nos sacuden no nos caen bellotas.

Ya se ha visto en muchas y diversas ocasiones. Con la exigencia catalana de que sólo se le envíen inmigrantes que no hablen español; con la sed de las tierras levantinas, a costa del empecinamiento aragonés y catalán en que el padre Ebro se pierda en el Mediterráneo, que es el morir; con los aeropuertos de coste millonario -Castellón, Ciudad Real- cerrados porque no hay quien los use... En fin, con multitud de ejemplos, que sería prolijo citar.

Y ahora, por si faltaba aún leña en la caldera del choteo autonómico, tenemos el caso de La Rioja, que -dice El País- ha dejado de prestar atención sanitaria especializada a los vecinos de la limítrofe provincia de Álava, con lo cual los enfermos alaveses tendrán que desplazarse mucho más lejos.

Esto prueba -si hacía falta- que los españoles no tenemos todos los mismos derechos y que -en este caso, la atención sanitaria- dependemos de la real gana de los señoritos de cada cortijo, pazo, caserío o masía. O dacha, que todo se andará.

Pero prueba, además -y en este caso me interesa resaltarlo- lo difícil que tendrán su vida normal los baskos -distinto, ya saben, de vascos- si ETA consigue, como parece, sus objetivos. No sólo por los hospitales -fácil echarle la culpa a la opresora y centralista España, que no se los puso cerca antes de morirse Franco-, sino por los impuestos que su gobierno etarra le pondrá a lo maketo, sea ello lo que sea, verbigracia el vinillo de Rioja, limítrofe y tan querido al chiquiteo vascongado; sean los kilowatios que ellos no producirán -léase Lemóniz-, o las vías de transporte -AVE- de las que reniegan porque significa la integración en el territorio nacional español.

Bien está -sin que me alegre en absoluto que se discrimine a un enfermo por su lugar de residencia- que los aldeanos separatistas empiecen a ver por dónde puede ir la cosa.

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