Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 29 de octubre de 2011

SOBRE OTRO COMENTARIO, Y EL 29 DE OCTUBRE.

Pero en un plan distinto al de la última, porque en el presente caso se trata de un planteamiento puesto en razón, y que indica dos líneas interesantes. El comentario dice:

* * * * *

Ocón dijo...

No es este el mejor lugar para decirlo, imagino, pero yo estoy encantado de haber apoyado y votado a UPyD estos años, desde que existen.

No veo ni las derechas que no ve el autor ni las izquierdas que exhiben tantos.

Veo política/basura, mentiras, traición,...

Y, hasta hoy, UPyD ha dicho (¡y ha hecho!) lo que a mí me gustaría que se dijera y se hiciera.

Es verdad que soy un inculto en general y con respecto a falange, José Antonio y nacionalsindicalismo solo sé lo que he 'aprendido' estos dos últimos años y casi todo en este sitio de Rafael y algunos otros.

¿Por qué no hay un partido que aglutine ese pensamiento y esas virtudes que apenas puedo intuir?

¿O por qué 'no sabemos nada' de ellos/vosotros?

¿Por qué no se entra en el juego, asqueroso pero obligatorio, para hacerse oír, para ayudar desde 'dentro' de este -horrible- sistema?

Y si hay otra manera ¿por qué no se pone en marcha ya?

* * * * *

En primer lugar, Carlos, en este sitio se puede decir lo que se quiera cuando -como es tu caso- se dice con buenas maneras y con buenas razones. Nadie, aquí, te va a censurar, ni te va a mirar mal, ni te va a retirar el saludo, por decir que has votado a UPyD y que te sientes satisfecho de ello.

Lo que a mi me gustaría, es que todo el mundo votase a lo que realmente le gusta; que se votara a favor de unas ideas, o de unas personas; y no, como se hace aquí, en contra de otros. En España la democracia liberal consiste en alabar cualquier cosa que haga el propio, y en denigrar todo lo que haga el contrario. Los socialistas votan contra la derecha; los peperos votan contra los socialistas. Y a ninguno de ellos le importa lo que diga o haga el suyo. Bien está lo que haga Rajoy para el votante del PP; bien está lo que ha hecho Zapatero para el votante del PSOE. Y en ello seguirán, porque aquí son "anti". Y el ser "anti" obliga a estar pendiente del adversario, para ponerse en contra.

En fin: que si has votado UPyD porque te gustaba su programa, y estás satisfecho del resultado de tu voto, me alegro por ti. Eres uno de los pocos españoles conscientes que pueden decir algo así.

Yo no he votado a UPyD, ni lo haré, porque aunque estoy de acuerdo en algunas cosas, difiero radicalmente en otras. Por ejemplo, UPyD se muestra a favor del aborto, de dar carácter de matrimonio a las uniones homosexuales, porque se muestra a favor de la Educación para la Ciudadanía siempre que se consensúe el contenido; porque propugna la retirada de los símbolos religiosos, poniendo en pie de igualdad lo que ha forjado nuestra cuivilización Occidental y lo que la está destruyendo; porque, aunque dice que ya está bien de remover el pasado, no se sitúa frontalmente en contra de la Ley de Memoria Histórica, que es una Ley para imponer la ucronía por Decreto.

UPyD tiene un sentido de España puramente jurídico y administrativo. Pero España es mucho más que un Estado y una Administración. Ser español no es tener un DNI -esa fue la propaganda del UPyD en las últimas generales-, sino mucho más. España es una unidad de destino en lo universal, y ser español es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo.

¿Por qué no hay un partido que aglutine a los que pensamos más o menos de igual forma? Espléndida pregunta, que no se contestar. ¿Por qué no dejamos atrás las cuatro diferencias que pueda haber, y proyectamos hacia el futuro las enormes coincidencias? ¿Por qué seguimos cada tres o cuatro montando un chiringuito propio, y en permanente controversia con todos los demás?

Bien me gustaría saberlo. Bien me gustaría que cada uno de los grupos nos explicara qué encuentra inadmisible en todos los demás. Bien me gustaría poder pensar que hay diferencias ideológicas marcadas, en vez de creer, como creo, que lo que marca las distancias son los personalismos. No sólo de los dirigentes, sino también de los subordinados. Cada uno se considera depositario de las más puras esencias, y tacha de contaminación al resto.

De todas formas, todos los grupos más o menos similares intentan abrise camino en el conocimiento público. Pero el público no presta oídos más que a los que piensa que pueden ganar. ¿Por qué los votantes del PP, que en buena proporción parecen estar contra el aborto, contra la eutanasia, contra la disolución de España, contra el terrorismo, contra el despilfarro, contra unos políticos convertidos en casta cerrada, contra la inmigración ilegal, contra la impunidad de los delincuentes, contra la desfachatez de los separatismos, vota al PP? ¿Por qué no ha votado -citaré, puesto que ha sido mi opción en las últimas convocatorias electorales- a Alternativa Española?

Nosotros -me meto, aunque no soy militante de ningún grupo ni lo seré mientras no haya propuestas de unidad- hacemos lo que podemos, y tenemos la culpa de la dispersión en nuestra mochila; pero el ciudadano votante y responsable elige la mierda y se la traga con fruición.

En esta próxima ocasión, el ciudadanito lo tiene más fácil: los dos partidos que tienen marcados a fuego en el anca a los votantes, han impedido que se presenten otros. Se ha cerrado el círculo de la oligarquía, y sólo la casta política establecida puede expresarse.

No creo tu afirmación de que seas un inculto. Ni mucho menos. Puede ser que no conozcas mucho de la ideología Nacionalsindicalista, porque para ello no se dan demasiadas facilidades hoy día. Por lo que a mí respecta, lo que escribo intento -en la medida de mi capacidad- hacerlo desde este ideario; pero no deja de ser un desahogo personal, centrado en la actualidad y no en la difusión de un pensamiento. No soy un ideólogo, en suma.

Para conocer el pensamiento Nacionalsindicalista, la única forma es leer a José Antonio. Para quien guste, aquí ofrezco un enlace a sus obras completas.

Y, como da la casualidad de que este debate se ha suscitado en torno al 29 de Octubre, aquí dejo el Discurso Fundacional de la Falange:

* * * * * * * * * * * * * * * * *

DISCURSO DE LA FUNDACION DE FALANGE ESPAÑOLA

(Discurso pronunciado en el Teatro de la Comedia de Madrid, el día 29 de octubre de 1933)


Nada de un párrafo de gracias. Escuetamente, gracias, como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo.

Cuando, en marzo de 1762, un hombre nefasto, que se llamaba Juan Jacobo Rousseau, publicó El contrato social, dejó de ser la verdad política una entidad permanente. Antes, en otras épocas más profundas, los Estados, que eran ejecutores de misiones históricas, tenían inscritas sobre sus frentes, y aun sobre los astros, la justicia y la verdad. Juan Jacobo Rousseau vino a decirnos que la justicia y la verdad no eran categorías permanentes de razón, sino que eran, en cada instante, decisiones de voluntad.

Juan Jacobo Rousseau suponía que el conjunto de los que vivimos en un pueblo tiene un alma superior, de jerarquía diferente a cada una de nuestras almas, y que ese yo superior está dotado de una voluntad infalible, capaz de definir en cada instante lo justo y lo injusto, el bien y el mal. Y como esa voluntad colectiva, esa voluntad soberana, sólo se expresa por medio del sufragio –conjetura de los más que triunfa sobre la de los menos en la adivinación de la voluntad superior–, venía a resultar que el sufragio, esa farsa de las papeletas entradas en una urna de cristal, tenía la virtud de decirnos en cada instante si Dios existía o no existía, si la verdad era la verdad o no era la verdad, si la Patria debía permanecer o si era mejor que, en un momento, se suicidase.

Como el Estado liberal fue un servidor de esa doctrina, vino a constituirse no ya en el ejecutor resuelto de los destinos patrios, sino en el espectador de las luchas electorales. Para el Estado liberal sólo era lo importante que en las mesas de votación hubiera sentado un determinado número de señores; que las elecciones empezaran a las ocho y acabaran a las cuatro; que no se rompieran las urnas. Cuando el ser rotas es el más noble destino de todas las urnas. Después, a respetar tranquilamente lo que de las urnas saliera, como si a él no le importase nada. Es decir, que los gobernantes liberales no creían ni siquiera en su misión propia; no creían que ellos mismos estuviesen allí cumpliendo un respetable deber, sino que todo el que pensara lo contrario y se propusiera asaltar el Estado, por las buenas o por las malas, tenía igual derecho a decirlo y a intentarlo que los, guardianes del Estado mismo a defenderlo.

De ahí vino el sistema democrático, que es, en primer lugar, el más ruinoso sistema de derroche de energías. Un hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones humanas, tenía que dedicar el ochenta, el noventa o el noventa y cinco por ciento de su energía a sustanciar reclamaciones formularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar en los escaños del Congreso, a adular a los electores, a aguantar sus impertinencias, porque de los electores iba a recibir el Poder; a soportar humillaciones y vejámenes de los que, precisamente por la función casi divina de gobernar, estaban llamados a obedecerle; y si, después de todo eso, le quedaba un sobrante de algunas horas en la madrugada, o de algunos minutos robados a un descanso intranquilo, en ese mínimo sobrante es cuando el hombre dotado para gobernar podía pensar seriamente en las funciones sustantivas de Gobierno.

Vino después la pérdida de la unidad espiritual de los pueblos, porque como el sistema funcionaba sobre el logro de las mayorías, todo aquel que aspiraba a ganar el sistema ,tenía que procurarse la mayoría de los sufragios. Y tenía que procurárselos robándolos, si era preciso, a los otros partidos, y para ello no tenía que vacilar en calumniarlos, en verter sobre ellos las peores injurias, en faltar deliberadamente a la verdad, en no desperdiciar un solo resorte de mentira y de envilecimiento. Y así, siendo la fraternidad uno de los postulados que el Estado liberal nos mostraba en su frontispicio, no hubo nunca situación de vida colectiva donde los hombres injuriados, enemigos unos de otros, se sintieran menos hermanos que en la vida turbulenta y desagradable del Estado liberal.

Y, por último, el Estado liberal vino a depararnos la esclavitud económica, porque a los obreros, con trágico sarcasmo, se les decía: "Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones; ahora bien: como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres, si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal". Y así veríais cómo en los países donde se ha llegado a tener Parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separamos unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontramos con tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano. Y os encontraríais trabajadores de los campos que de sol a sol se doblaban sobre la tierra, abrasadas las costillas, y que ganaban en todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal, setenta u ochenta jornales de tres pesetas.

Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa.

Ahora, que el socialismo, que fue una reacción legítima contra aquella esclavitud liberal, vino a descarriarse, porque dio, primero, en la interpretación materialista de la vida y de la Historia; segundo, en un sentido de represalia; tercero, en una proclamación del dogma de la lucha de clases.

El socialismo, sobre todo el socialismo que construyeron, impasibles en la frialdad de sus gabinetes, los apóstoles socialistas, en quienes creen los pobres obreros, y que ya nos ha descubierto tal como eran Alfonso García Valdecasas; el socialismo así entendido, no ve en la Historia sino un juego de resortes económicos: lo espiritual se suprime; la Religión es un opio del pueblo; la Patria es un mito para explotar a los desgraciados. Todo eso dice el socialismo. No hay más que producción, organización económica. Así es que los obreros tienen que estrujar bien sus almas para que no quede dentro de ellas la menor gota de espiritualidad.

No aspira el socialismo a restablecer una justicia social rota por el mal funcionamiento de los Estados liberales, sino que aspira a la represalia; aspira a llegar en la injusticia a tantos grados más allá cuantos más acá llegaran en la injusticia los sistemas liberales.

Por último, el socialismo proclama el dogma monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las luchas entre las clases son indispensables, y se producen naturalmente en la vida, porque no puede haber nunca nada que las aplaque. Y el socialismo, que vino a ser una crítica justa del liberalismo económico, nos trajo, por otro camino, lo mismo que el liberalismo económico: la disgregación, el odio, la separación, el olvido de todo vínculo de hermandad y de solidaridad entre los hombres.

Así resulta que cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral, un mundo escindido en toda suerte de diferencias; y por lo que nos toca de cerca, nos encontramos en una España en ruina moral, una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas. Y así, nosotros hemos tenido que llorar en el fondo de nuestra alma cuando recorríamos los pueblos de esa España maravillosa, esos pueblos en donde todavía, bajo la capa más humilde, se descubren gentes dotadas de una elegancia rústica que no tienen un gesto excesivo ni una palabra ociosa, gentes que viven sobre una tierra seca en apariencia, con sequedad exterior, pero que nos asombra con la fecundidad que estalla en el triunfo de los pámpanos y los trigos. Cuando recorríamos esas tierras y veíamos esas gentes, y las sabíamos torturadas por pequeños caciques, olvidadas por todos los grupos, divididas, envenenadas por predicaciones tortuosas, teníamos que pensar de todo ese pueblo lo que él mismo cantaba del Cid al verle errar por campos de Castilla, desterrado de Burgos:

¡Dios, qué buen vasallo si oviera buen señor!

Eso vinimos a encontrar nosotros en el movimiento que empieza en ese día: ese legítimo soñar de España; pero un señor como el de San Francisco de Borja, un señor que no se nos muera. Y para que no se nos muera, ha de ser un señor que no sea, al propio tiempo, esclavo de un interés de grupo ni de un interés de clase.

El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas. Porque en el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertiría se arrastren muchas cosas buenas. Luego, esto se decora en unos y otros con una serie de consideraciones espirituales. Sepan todos los que nos escuchan de buena fe que estas consideraciones espirituales caben todas en nuestro movimiento; pero que nuestro movimiento por nada atará sus destinos al interés de grupo o al interés de clase que anida bajo la división superficial de derechas e izquierdas.

La Patria es una unidad total, en que se integran todos los individuos y todas las clases; la Patria no puede estar en manos de la clase más fuerte ni del partido mejor organizado. La Patria es una síntesis trascendente, una síntesis indivisible, con fines propios que cumplir; y nosotros lo que queremos es que el movimiento de este día, y el Estado que cree, sea el instrumento eficaz, autoritario, al servicio de una unidad indiscutible, de esa unidad permanente, de esa unidad irrevocable que se llama Patria.

Y con eso ya tenemos todo el motor de nuestros actos futuros y de nuestra conducta presente, porque nosotros seríamos un partido más si viniéramos a enunciar un programa de soluciones concretas. Tales programas tienen la ventaja de que nunca se cumplen. En cambio, cuando se tiene un sentido permanente ante la Historia y ante la vida, ese propio sentido nos da las soluciones ante lo concreto, como el amor nos dice en qué caso debemos reñir y en qué caso nos debemos abrazar, sin que un verdadero amor tenga hecho un mínimo programa de abrazos y de riñas.

He aquí lo que exige nuestro sentido total de la Patria y del Estado que ha de servirla.

Que todos los pueblos de España, por diversos que sean, se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino.

Que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político; en cambio, nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un Municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo. Pues si ésas son nuestras unidades naturales, si la familia y el Municipio y la corporación es en lo que de veras vivimos, ¿para qué necesitamos el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos políticos, que, para unimos en grupos artificiales, empiezan por desunimos en nuestras realidades auténticas?

Queremos menos palabrería liberal y más respeto a la libertad profunda del hombre. Porque sólo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima, como nosotros le estimamos, portador de valores eternos; cuando se le estima envoltura corporal de un alma que es capaz de condenarse y de salvarse. Sólo cuando al hombre se le considera así, se puede decir que se respeta de veras su libertad, y más todavía si esa libertad se conjuga, como nosotros pretendemos, en un sistema de autoridad, de jerarquía y de orden.

Queremos que todos se sientan miembros de una comunidad seria y completa; es decir, que las funciones a realizar son muchas: unos, con el trabajo manual; otros, con el trabajo del espíritu; algunos, con un magisterio de costumbres y refinamientos. Pero que en una comunidad tal como la que nosotros apetecernos, sépase desde ahora, no debe haber convidados ni debe haber zánganos.

Queremos que no se canten derechos individuales de los que no pueden cumplirse nunca en casa de los famélicos, sino que se dé a todo hombre, a todo miembro de la comunidad política, por el hecho de serio, la manera de ganarse con su trabajo una vida humana, justa y digna.

Queremos que el espíritu religioso, clave de los mejores arcos de nuestra Historia, sea respetado y amparado como merece, sin que por eso el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias ni comparta –como lo hacía, tal vez por otros intereses que los de la verdadera Religión– funciones que sí le corresponde realizar por sí mismo.

Queremos que España recobre resueltamente el sentido universal de su cultura y de su Historia.

Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho –al hablar de "todo menos la violencia"– que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria.

Esto es lo que pensamos nosotros del Estado futuro que hemos de afanamos en edificar.

Pero nuestro movimiento no estaría del todo entendido si se creyera que es una manera de pensar tan sólo; no es una manera de pensar: es una manera de ser. No debemos proponemos sólo la construcción, la arquitectura política. Tenemos que adoptar, ante la vida entera, en cada uno de nuestros actos, una actitud humana, profunda y completa. Esta actitud es el espíritu de servicio y de sacrificio, el sentido ascético y militar de la vida. Así, pues, no imagine nadie que aquí se recluta para ofrecer prebendas; no imagine nadie que aquí nos reunimos para defender privilegios. Yo quisiera que este micrófono que tengo delante llevara mi voz hasta los últimos rincones de los hogares obreros, para decirles: sí, nosotros llevamos corbata; sí, de nosotros podéis decir que somos señoritos. Pero traemos el espíritu de lucha precisamente por aquello que no nos interesa como señoritos; venimos a luchar porque a muchos de nuestras clases se les impongan sacrificios duros y justos, y venimos a luchar por que un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes. Y así somos, porque así lo fueron siempre en la Historia los señoritos de España. Así lograron alcanzar la jerarquía verdadera de señores, porque en tierras lejanas, y en nuestra Patria misma, supieron arrostrar la muerte y cargar con las misiones más duras, por aquello que precisamente, como a tales señoritos, no les importaba nada.

Yo creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias; creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación! A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!

En un movimiento poético, nosotros levantaremos este fervoroso afán de España; nosotros nos sacrificaremos; nosotros renunciaremos, y de nosotros será el triunfo, triunfo que –¿para qué os lo voy a decir?– no vamos a lograr en las elecciones próximas. En estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí nuestra España, ni está ahí nuestro marco. Esa es una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí nuestro sitio. Yo creo, sí, que soy candidato; pero lo soy sin fe y sin respeto. Y esto lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos. No me importa nada. Nosotros no vamos a ir a disputar a los habituales los restos desabridos de un banquete sucio. Nuestro sitio está fuera, aunque tal vez transitemos, de paso, por el otro. Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo, y en lo alto, las estrellas. Que sigan los demás con sus festines. Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas.










6 comentarios:

daniel dijo...

"¿Por qué no hay un partido que aglutine a los que pensamos más o menos de igual forma? Espléndida pregunta, que no se contestar. ¿Por qué no dejamos atrás las cuatro diferencias que pueda haber, y proyectamos hacia el futuro las enormes coincidencias? ¿Por qué seguimos cada tres o cuatro montando un chiringuito propio, y en permanente controversia con todos los demás?"

Ahí va mi reflexión, posiblemente no sea la más correcta, pero es lo que pienso.

En España está pactado el tema del bipartidismo con el permiso de los nacionalistas vascos y catalanes. Todos los demás son intrusos, que si se situan a la "derecha" del PP, son extrema derecha, aunque sean social patriotas, falangistas, nacionalistas (españoles, se entiende) o ya sean, skinheads. Se nos mete a todos en el mismo saco. Si no, acordarse de como el PP en el gobierno se dedicó a perseguir a los grupos "ultra" con la excusa de la violencia en el futbol y demás vainas.
Lo mismo que hizo la CEDA con la Falange. Es decir, que viene de viejo.
Mas si se situan a la izquierda, son simplemente, antisistema. Aunque en realidad sean la policía política del Sistema.

En el tema nuestro, el de nuestro entorno patriótico, creo que se boicotea sistemáticamente cualquier intento de unidad o coalición, supongo que el sistema tiene sus propios topos dentro de los grupos patrióticos, amén de el conchabeo de los medios en la censura sobre noticias, manifestaciones o reivindicaciones de este tipo de grupos, a los que no pertenezco. No hay forma de que estos partidos expliquen con la calma y seriedad necesaria, sus propuestas.
Por otra parte están los personalismos. Ya se sabe que contra el sistema demoliberal, se vive muy bien, mientras lideras un chiringuito patriótico, luego ¿para qué te vas a mojar a coaligarte con otros a costa d eperder tus prevendas?
Y por último, la falta de un líder que de la cara por España, aun a costa de su propia libertad y prestigio, capaz de aglutinar, no a los líderes de las sectas seudofalangistas o más o menos patriótica, sino a sus bases.
El día que un líder así aparezca, espero que Dios me ilumine y me lo haga ver con claridad.

Mientras tanto, seguiremos, como dice Robsy, sin votar, más que nada para que se sepa que no creemos en el sistema.

Muy oportuno el discurso y el Cara al Sol.

Saludo brazo en alto,

ansiadalibertad dijo...

Gracias de verdad por darme tanta cancha.
Por un lado necesito tiempo, quiero releer lo uno y leer todo lo demás.
Por otro lado daría para una entrada completa si yo llegara a procurar responder a tantas cosas. Quizá lo haga y quizá me salga bien.
Inculto sí y lo repito, porque sé que culto es otra cosa que yo no soy. También es verdad que hoy yo podría pasar por otra cosa visto lo visto y según por dónde me moviera, xD.

Nada Rafael (y daniel), que de momento solo gracias por vuestra atención.

Saludos muy cordiales y ¡que coño! un abrazo

inisfree dijo...

Francamente interesante esta entrada, con las aportaciones de Ocón y Daniel. He estado a punto de no enviar este comentario, casi, por un poco de vergüenza torera, pués el nivel que leo supera mis conocimientos.
Pero dado que me ha gustado tanto, me he animado, a modo de reconocimiento.
Yo soy un español sin partido. He votado a muchos, minoritarios y mayoritarios. Y, dadas las circunstancias, PP y UPyD son mis dos posibles bazas para noviembre.
Pero ni me acuerdo ya de las veces que he abogado por la aparición de una fuerte formación en España semejante a otras que hemos visto emerger en no pocos países europeos.
Escribí sobre la posibilidad de aglutinarse en torno a una proyección nacional de PxC, más por el caudal de votos y, sobre todo, repercusión mediática de los de Anglada, que por motivos programáticos en sí.
Y creo que recordar que fue el propio Ocón, hablo de memoria, quién sacó el tema UPyD como opción, en esa misma entrada. Puede ser lo más cercano a esa posibilidad. Pero lo que indica Rafael sobre los de Rosa Díez es lo mismo que, hasta ahora, me ha retraído de votarles.
Sin embargo, soy de la opinión de que, a la hora de votar, te guías, si estás en duda, por un determinado aspecto cuyo interés prima para tí y que puede ser distinta en cada situación. Puede ser la economía, la política social, exterior, autonómica o lo sedoso del pelo de los candidatos. La que sea. Y hay aspectos de UPyD que me gustan.
En cuanto al panorama nacional, las cosas están como están. No hay perspectivas de unión entre los partidos del arco más patriota. Quizá más adelante. Pero para este 20N, no.

Un saludo.

El último de Filipinas dijo...

En las últimas iba a votar más a la derechas del PP, pero surgió el asunto de los indignados, me olí un vuelco y volví a lo mismo. Esta vez no hay quien invierta la tendencia, así que ahora si podré examinar las opciones, pero está difícil decantarse aunque se tengan dos papeletas.
¿Será por eso por lo que cuando se tiene un problema peliagudo se habla de tener una papeleta?

Maite C dijo...

Votar UpyD es votar socialismo puro y duro aunque pueda gustar la posición de Rosa Díaz en relación a ETA, pero nada más. La exposición sobre porque no se puede votar dicho partido, ya lo ha hecho Rafael con toda clase de detalles, así que no voy a extenderme más.

Votar PP es tanto como votar PSOE: Ausencia total de valores; y sí llegan a gobernar continuarán la línea trazada por el gobierno socialista. Esto está más que demostrado, no solo por las declaraciones que hacen los directivos del PP, sino también avalado por todas sus actuaciones en las comunidades en las que gobiernan.

En las regiones en las que se presentan partidos que defienden los principios no negociables, hay que votarlos. En donde no han podido presentarse por falta de firmas, exigibles por los dos partidos mayoritarios, creo que lo más adecuado en conciencia, es la abstención.

Rafael C. Estremera dijo...

Daniel:

Coincido en lo fundamental contigo. El mismo sistema que protege a los terroristas proetarras, anatematiza a lo que llama "ultraderecha". La "ultraizquierda", por supuesto, no la nombran: eso son "jóvenes radicales". Lo mismo que a los partidos se aplica a la prensa: da cancha a los ultraizquierdistas, a los "radicales", a los terroristas, pero niega el pan y la sal a los que llama "ultraderechistas".

Todos ellos. Intereconomía borro de las ondas el programa de AES -la quinta columna- en cuanto ocupó Radio Intercontinental; ha llevado a sus informativos a representantes de los 15emes, pero jamás a uno de AES, o de Falange, o de DN; dedica horas -a criticarlos, pero los pone en antena- a los terroristas y a los separatistas, pero jamás ha dado una noticia de los nacionales.

La COPE, por mano del inquisidor Jiménez Losantos, laico al servicio de los Obispos, se negó a emitir publicidad -publicidad ya pagada- de AES.

Y esto lo debemos, fundamentalmente, al PP, que quiere amarrar los votos de un sector de la población que no le corresponde.

Por supuesto, y muy a tener en cuenta, el tema de los "topos". Que no es una conseja del tipo "que viene el coco", sino una realidad muy clara, y acaso un día cuente lo que se al respecto. Que no es que sea mucho, no quiero ponerme flores, pero sí lo suficiente para dar idea.

No se si, en caso de que apareciera un líder, seríamos capaces de reconocerlo, ni si podría sobrevivir a las zancadillas de sus presuntos iguales. Quiera Dios iluminarnos a todos, llegado el caso.

Un saludo brazo en alto, Daniel.

***

Carlos:

Las gracias deben serte dadas a ti, y a todos los que me hacéis el favor de leer lo que escribo, y tomaros la molestia de expresar lo que pensáis sobre ello. Lo mejor que nos puede ocurrir a los que tenemos la afición de escribir, es que a alguien le interese lo suficiente para debatir sobre ello.

No tengo, por otra parte, un afán proselitista tan marcado como para desear que, sólo con unas palabras mías, los demás se conviertan a mi pensamiento. Lo que si pretendo, es responder a las preguntas que se puedan suscitar, de la mejor forma que sea capaz.

Un abrazo, Carlos.

***

Inisfree:

PxC fue un destello que nos ilusonó a muchos; pero en seguida empezó a mostrar unas contradicciones importantes, y parece ser que últimamente ni siquiera le hace ascos al separatismo.

UPyD también me gusta en bastantes cosas. Sin embargo, lo que no me gusta es suficiente para no poderlo votar en conciencia. Me ocurre lo mismo con el PP, que ni siquiera me resulta simpático.

Un saludo, Inisfree, y bienvenido.

***

Último de Filipinas:

Lo de los indignados no solidificó para las últimas elecciones, pero ahora es claramente una algarada de ultraizquierda. Ahí están las banderitas anticonstitucionales -o sea, de la II República- para demostrarlo.

Lo de la papeleta viene de las antiguas Academias Militares, donde los cadetes debían contestar a los temas que -escritos en un papel- se sacaban de una bolsa. Luego se generalizó en el lenguaje, como tantas otras cosas de la vida militar que ha enriquecido el idioma.

***

Maite:

Exactamente: UPyD es socialismo puro. Pero es el socialismo que ya nos gustaría tener en España, y que sería realmente útil para un democracia verdadera. En cuanto al PP, totalmente de acuerdo también: es un PSOE que llega con una década de diferencia a los mismos sitios.

Publicidad: