Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 7 de octubre de 2011

SOBRE OTRO ANIVERSARIO.

Ayer les hablaba del aniversario del golpe de Estado socialista de 1934 (con añadido, como me señalaba un amable comunicante, de republicanitos burgueses tipo Azaña, de los tres comunistas que había entonces, de anarquistas y de gentuza varia de mal vivir pero buen cobrar), y hoy toca otro aniversario.

No es que me haya dado por las efemérides, sino que las cosas vienen así. Si acaso, los culpables de la concentración serán los rojoburgueses republicanos del 34.

El caso es que tal día como hoy tuvo lugar la más alta ocasión que vieron los siglos, en palabras de quien participó en ella, don Miguél de Cervantes Saavedra, soldado de la primera Infantería de Marina del mundo.

La ocasión, por si algún tolerante, algún xenófilo, algún imbécil, algún rojo o algún iletrado -condiciones no excluyentes- pasa por aquí, es la de Lepanto. Si quien pasa por aquí es un simple despistado -de los que no sabemos en qué día vivimos-, le ruego no se considere incluido entre la citada fauna profesionalmente imbécil.

El caso es que allá por el siglo XVI, la flota de La Cristiandad -que así se decía entonces- que era la flota de España con alguna ayudita casi simbólica de otros, efectuó una operación de mantenimiento de la paz, y de salvaguarda de las costas italianas, de las francesas -aunque Su Cristianísima Majestad el Rey de Francia no pusiera una pica, ni un puñetero arcabuz, en la empresa- y de las españolas, donde los moros -que así se decía entonces-, pirateaban, asesinaban, robaban, secuestraban y esclavizaban cuanto querían.

En fin, si trasladamos las líneas generales a las cincunstancias del momento actual... Bueno, que cada cual traslade por su cuenta, y piense si nos vendría bien un hombre llamado Juan.

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