La de la llamada sala de los Derechos Humanos del Palacio de las Naciones de Ginebra, que ha costado medio milloncejo de euros a España; medio milloncejo que -dice el secretario de Estado de Economía, David Vegara- aunque parte salga de los FAD, lógicamente no se va a contabilizar como ayuda al desarrollo.
Esto me tranquiliza mucho; más que nada, porque no quiero ni pensar en lo que iba a opinar de los españoles el pobre desgraciado al que, en lugar de arroz o harina, le dieran fotos de la dicha cúpula.
Algo me preocupa, no obstante, de lo que se desprende de las palabras del señor Rodríguez. Y es que ha afirmado -en El Imparcial lo citan como textual- que la obra de don Miguél Barceló simboliza una cueva primigenia que reúne bajo su techo a todos los seres humanos, y añade que quiere ser reflejo de la España del siglo XXI, de su energía, de la confianza en sí misma y en el futuro.
Vamos, que la España zapatiestera del siglo XXI es una cueva, y los progres tan contentos. Cojonudo.
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