Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 8 de febrero de 2016

SOBRE EJEMPLOS MINISTERIALES.


Me llega una información, vía correo electrónico, que pueden ustedes ver en la imagen.

No se si es cierto que en Canadá el Ministro de Salud es un médico, el de Seguridad Nacional es un veterano de guerra, el de finanzas un empresario de éxito, y así hasta completar el Gobierno. Si así fuera, me alegro por ellos, y por la aplastante lógica de que en tal caso harían gala.

Con lo que no puedo estar de acuerdo, es con el consejo final de que esto sería un ejemplo a seguir. Porque enestepaís -que no es España ni por el forro- el ejemplo lo seguiríamos a nuestro aire; esto es, al aire de los soplagaitas que nos manejan. Y así, para hacer coincidir los ministerios con los más preparados para ocuparlos, lo que haríamos sería cambiar el nombre de los ministerios.

Tendríamos un Ministerio de Corrupción, con abundancia de Secretarías de Estado y Direcciones Generales. A bote pronto, necesitaríamos departamentos de Eres falsos, de financiaciones ilegales, de tresporcientos, de nepotismo, de blanqueo de capitales, y otros muchos en que ahora no caigo.

Por supuesto, sería imprescindible un Ministerio de Parcialidad Judicial. Y otro de Defensa bolivariana -hasta tenemos ya un presunto General para ocuparlo-; otro de antifascismo, con Secretaría de Estado de Cordones Sanitarios. Uno más, fundamental, de Ultraizquierdas, con una Dirección General de Antisistemas Sistematizados, y otra de Juventudes Radikales.

Y, faltaría más, un Ministerio de Kultura -así, necesariamente con K- con Secretarías de Estado de Subvenciones, Agitación, Antifascismo y Sopa Boba.

Por último, el más significativo de los Ministerios que pondríamos: el de Interior y Persecución Política.

Y todo ello, con una Vicepresidencia de Verdad Histórica Absoluta. George Orwell sería feliz. Y el rebaño memocrático, también.

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