Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 30 de septiembre de 2014

SOBRE LA DETERMINACIÓN DE LOS CATALANISTAS.

Que no es otra que sostenella y no enmendalla, cosa normal cuando se trata de zopencos berroqueños, capaces de tirarse por un precipicio por bocazas.

Evidentemente, por más que Rajoy siga en Babia, a Mas no le queda otra que seguir montado en su burro. Si retrocede, se lo comen las mismas masas guarroizquierdosas que ha amamantado con nuestro dinero. El que no se llevó Pujol, quiero decir.

Evidentemente, los que no son separatistas pero sí son malminoristas acojonados, se apuntan a votar, porque eso es lo democrático. Lo mismo les da que se vote sobre el trucidamiento de una Nación, que sobre degustación obligatoria de butifarra. Que no es una salida de pata de banco mía; que no hace demasiado -y aquí lo comenté- los cazurros separatistas se metieron hasta en los menús que los hoteles tenían que ofrecer a los clientes.

Evidentemente, ningún ministrito -y ningún marianico menguado- le va a decir a Mas y sus mariachis que ni siquiera la llamada soberanía nacional -que reside en todos los españoles según la Constitución, y no se puede trocear- puede decidir sobre lo que no es suyo. Porque España no es propiedad de los ciudadanitos con derecho a voto a día de hoy; España es una entidad superior al momento actual, que existe por sí misma en el pasado y -si hubiera lo que tiene que haber- existiría en el futuro.

Evidentemente, por mucho que Rajoy ande preparando -según la prensa reciente- una remesa de 4.500 policías y guardias civiles para hacer cumplir la Ley, los masitos sacarán sus cartones a la puñetera calle, y los policías y guardias mirarán a otro lado porque ya les habrán dado sus órdenes los acomplejados de costumbre. Que ya son ganas de poner en una situación imposible a los servidores de la Ley, llevándolos a que vean el delito y prohibiéndoles actuar, y si no al tiempo.

Evidentemente, ni el Gobierno en general ni Rajoy en particular, harán lo que hay que hacer: aplicar la Constitución. Esto es: suspender la autonomía de Catalunlla, meter en la cárcel a Mas y sus masitos, y a cualquiera que delinca. Y aplicar la ley con los medios necesarios. Los que sean, que ya sabemos todos los que son, y para que no me llamen extremista, ultra, fascista o similar, citaré que la solución es cargarse a quien se interponga -Joan Carretero dixit-, y los medios los indicaba un tal Josep Barba: si se ponen muy pesados, llamaremos a Europa y bombardearán Madrid.

O sea, que la solución -en opinión de los separatistas- consiste en bombardear y cargarse a quien se ponga por medio. En la mía -que tengo en algo más, a qué mentir- la solución no es bombardear -por mucho que el demócrata Azaña dijera aquello de que había que bombardear Barcelona cada cincuenta años-, sino limpiar, calle por calle, entresacando a los hideputas y mandándolos por el ancho mundo sin una nacionalidad española que llevarse al pasaporte.

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