Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 21 de junio de 2013

SOBRE EL RECORTE DE BECAS.

Si, vale, lo sé. Me estoy metiendo en un jardín; pero es que para eso estamos aquí.
 
El caso es que los rectores de Universidades protestan por el nuevo sistema de concesión de becas que propone el Ministro Wert, aumentando las exigencias académicas para la obtención de beca. Concretamente -dice El País- un 6,5 en lugar de un 5,5 para optar a una beca, y repartir la ayuda en dos partes, una fija mucho más baja que la que se concede ahora, y otra variable, cuya cuantía dependerá de la renta familiar, las notas del alumno y del presupuesto que quede después de repartir la parte fija, lo cual significa -en opinión de los rectores- disminuir la igualdad de oportunidades entre los alumnos que quieren cursar estudios universitarios.
 
En esto, como en casi todo -porque para todo hay respuesta en ella- me guío por la Norma programática de la Falange: La cultura se organizará en forma de que no se malogre ningún talento por falta de medios económicos. Todos los que lo merezcan tendrán fácil acceso incluso a los estudios superiores.
 
Y ahí, precisamente en la última frase del punto 24, está la clave: todos los que lo merezcan. Está bien, es justo y razonable, que el Estado -que somos todos- provea de oportunidades a quien las merezca. Que la falta de medios económicos no sea obstáculo para quien tenga dotes naturales y se esfuerce.
 
Pero ahora díganme si es justo y razonable que entre todos le paguemos los estudios -es un decir; lo más probable es que ni pisen las aulas- a quienes o no tienen capacidad o no les da la gana estudiar. ¿Por qué tenemos que pagarle para que estudien a los vagos que no se quieren esforzar? ¿Por qué parte de mi dinero -que el Estado me quita- ha de ir a darles la sopa boba a una pandilla de vividores?
 
Entendámonos, porque la casuística es enorme. Todos conocemos -de oídas o de sufrimiento directo- que hay profesores que tienen a gala suspender al 99% de sus clases, sin darse cuenta de que este elevadísimo número de suspensos sólo indica un mal profesor. Todos conocemos al típico hueso, al que tiene una noción esclavista de la enseñanza y al -simple y llanamente- profesor gilipollas. Y una de las fundamentales ocupaciones de los señores rectores sería determinar si tal o cual profesor sufre en sus clases una invasión de zotes, o es que no sabe enseñar, y tomar al respecto las medidas pertinentes.
 
Pero una vez excluidos los casos de malos profesores, el hecho es que obtener una calificación de 6,5 para ser digno de recibir ayudas no parece una exigencia desaforada. Obliga, evidentemente, a estudiar; pero es que las becas deben ser para quienes las merezcan, no una limosnita indiscriminada a todos por igual. Para eso, le damos la paga de fin de semana a todos los vagos, y que dejen las aulas libres para quienes quieran estudiar en serio, con lo cual ganarían alumnos y profesores.
 
Otra cuestión es la de la capacidad. La naturaleza es radicalmente injusta, y produce genios y tontos. Además, la proporción de los últimos suele ser alarmante. ¿Tiene sentido insistir en que estudie, año tras año y hasta la jubilación, quien no tiene dotes para ello? ¿Metemos un burro -de los de cuatro patas, digo- en la Universidad, hasta que termine la carrera?
 
Para los casos de incapacidad para estudios superiores hay soluciones. No todo el mundo ha de ser abogado, ingeniero, médico o periodista; y los medios empleados en su educación pueden ser más útiles si le encaminan a una profesión que no les exija estudiar lo que no quieren, y les permita realizarse personalmente con más satisfacción.
 
Otro tema es el que ya me planteó alguien en los comentarios a una entrada de hace tiempo, en el sentido de que hay estudiantes que a la vez tienen que trabajar, lo que merma su rendimiento académico. En esto nuevamente, la solución es fácil: La cultura se organizará en forma de que no se malogre ningún talento por falta de medios económicos. O sea: el que lo merezca tendrá las ayudas suficientes y adecuadas a su situación.
 
Por ello, no parece tampoco descabellado que las becas -en las medidas que propone el Ministro Wert- estén vinculadas en una parte a la renta familiar, las notas del alumno. Esto permitiría que al buen estudiante, con capacidad y disposición al esfuerzo, se le ayudase en todo lo necesario. La contrapartida, obviamente, es que al malo no se le prime la incapacidad o la vagancia.
 
¿No es esto justo en teoría? Queda por ver, por supuesto, la práctica; pero entiendo que lo único que cabe discutir de estas propuestas es el método de aplicación más adecuado.
 
Todo ello, claro está, fiándome de lo que dice la prensa. Si la realidad es distinta, y hay otros asuntos de fondo que desconozco, habría que empezar de nuevo.

1 comentario:

VIRIDIS EXOTIC dijo...

Señor rafael, normalmente estoy bastante de acuerdo con usted, pero en esta entrada le tengo que decir que habria que distinguir carreras, no es lo mismo sacar un 6,5 en derecho que sacarlo estudiando ingenieria aeronautica, asi pues el señor ministro deberia primero diferenciar y valorar el esfuerzo analizando cada grado por separado
Ppor otra parte este gobierno gasta miles de millones en gilipolleces varias, y antes de recortar en becas ( que aunque algunas premiaran a vagos) mas vagos son los sindicatos y los que forman los partidos politicos y se les subenciona generosamente
un saludo

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