Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 26 de febrero de 2011

SOBRE EL AMIGO DE LAS PEGATINAS.

Como ustedes ya sabrán, el Gobierno ha decidido rebajar la velocidad máxima permitida a 110 Km/h en autovía y autopista, por aquello de -ha dicho don Alfredo Pérez Rubalcaba, citado en Público-, reducir el gasto de gasolina y gasóleo.
Resulta, pues, en primer lugar, que todo un Gobierno ultrasocialista, ultraprogresista, ultrarojo, ultrademocrático, ultramoderno, da el espaldarazo a la medida tomada, en similares circunstancias, por un Gobierno de Franco, allá en los primeros años 70, -cosa que recuerda El Mundo-, pero con la diferencia de que hace casi cuarenta años ni las carreteras ni los coches eran como ahora, y de que se imponía un límite de 130 Km/h, porque anteriormente no había limitación alguna.
Resulta, en segundo lugar -lo dice El País- que habrá que adaptar las señales y los radares -o sea, los cinemómetros- a los nuevos límites. Para quien no lo sepa -que nadie tiene por qué- diré que el tema de los radares no consiste en que cualquiera toque un botoncito, sino que requiere la intervención de personal especializado, bien sea de la Guardia Civil, bien de empresas de mantenimiento.
Resulta que -también según El País- el Ministerio de Fomento va a gastarse un cuarto de millón de euros en modificar las señales, tarea que al parecer ha comenzado esta misma noche pasada.
Resulta que -según la misma referencia anterior de El País- se van a modificar unas 6.000 señales, por la muy ingeniosa forma de colocarles una vulgar pegatina encima.
Resulta que cuando las pegatinitas lleven una semana puestas, si cae un sol de justicia, estarán despintadas; si llueve a cántaros, se despegarán; y si mitad de cada, estarán hechas unos zorros en diez días.
Pero resulta, además, que no se trata de imprimir y pegar unos adhesivos, sino de quien lo hace. Y dudo seriamente que las empresas contratadas por Fomento para el mantenimiento de la señalización, tengan entre sus obligaciones contractuales la de poner pegatinas. Esto se traduce, evidentemente, en nuevos contratos y nuevos gastos.
Y resulta, sobre todo, y es a donde quería llegar, que si la medida no se ha publicado aún en el BOE, y ya se están poniendo las pegatinas, la adjudicación del contrato para la impresión de los adhesivos se ha hecho digitalmente, en lugar del procedimiento de subasta pública que sería obligado para esa cuantía.
Así es que, en el fondo, la pregunta no es si valdrá de algo la limitación, si ahorraremos, o si pagaremos más multas. La primera pregunta es cuanto va a costar -de verdad- cambiar las señales. Y la segunda, quien ha sido el amiguete a quien le han encargado las pegatinas.

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