Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 11 de enero de 2011

SOBRE EL ASOMBRO DE LOS IMBÉCILES.

Imbécil es, según nuestra madre Academia, el alelado, escaso de razón, cosa que certifico con el pertinente enlace por si las bibianas y los bibianos.
Ahora resulta que ETA dice que deja de matar, pero si se cumplen sus condiciones, y van todos y se asombran, se espantan, se enervan y encocoran porque los asesinos ponen precio a su cese del negocio.
Pero, ¿es que ETA ha dejado alguna vez de decir lo que exige? ¿Es que alguna vez alguien ha podido decir -sin mentir como bellaco- que ETA ha renunciado a la independencia de Vascongadas, incluyendo -pero menos, por si se mosqueaban los franceses-, la parte transpirenáica del chiringuito sabiniano? ¿Es que alguna vez ha declarado que renuncia a la anexión de Navarra? ¿No son todas estas exigencias las mismas que hace medio siglo?. Entonces, ¿por qué se lamentan de que ETA ponga condiciones?
¿No se han enterado todavía, lo que haría evidente que son -académicamente hablando- imbéciles; o no han querido darse cuenta, en cuyo caso son cómplices?
Pues, según mi modesto entender, mitad de cada.

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