Que en este caso no se refiere a aquel dicho sobre la ley de Mahoma -y disculpe,
señor fiscal, pero las reclamaciones a la paremiología popular- sino a otro
dicho; el de que donde las dan las toman. Que no se si va por el mismo camino,
pero en finolis.
El asunto es que -lo cuenta El
País- el concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid, José Javier
Barbero, y el director de la Policía Municipal, Andrés Serrano, han
tenido que salir por pies y ocultarse dentro de un bar, ante el acoso de -según
el citado periódico- numerosos agentes de la Policía Municipal, que
protestaban por la disolución de las Unidades Centrales de Seguridad,
consideradas como antidisturbios municipales.
Se comprende que el señor
Barbero les tenga ojeriza a estas unidades, pues desde su vocación de acosador,
tan profusamente ejercida hasta llegar al arrejuntamiento podemita-sociata,
quizá se las haya encontrado enfrente. Claro está que si los acosos los ejerce
un señor Barbero, o una despelotada cualquiera -la señorita Rita, que se
despelota en las capillitas-, son clamores de libertad y democracia, y si quien
los recibe es ese mismo señor Barbero, entonces es fascismo puro y
duro.
Curiosamente, los policías municipales que acosaron ayer al señor
Barbero, lo hicieron al grito de fascista, lo cual demuestra hasta qué
punto estos señores policías municipales son ignorantes, necios y -lean esto en
cuanto se despojen del uniforme, que no quiero faltarle a la autoridad-
gilipollas. Lo mismo que el citado señor Barbero, que también acusó de
fascistas a los policías municipales.
Aquí, por lo que se ve,
todos somos fascistas. Fascista es el comunista-podemita Barbero, y fascistas
son los que le llaman fascista. Me repito, lo se; pero no es por mi culpa, sino
porque estos rojos, y estos memócratas, y estos topiqueros, y estos imbéciles,
son realmente monótonos. Siguen anclados en la III Internacional, vieja de un
siglo, y todavía son tan idiotas de llamarse progres.
Que si que lo son,
claro; porque ser progre es ser memo; ser progre es tener mal hilvanados cuatro
tópicos y tres estereotipos; ser progre es ser niñato de papá acostumbrado a que
otros paguen por él; ser progre, en definitiva, es ser la hez de una sociedad
llena de mierda, que se come con deleite sus propios detritus. Ser progre es
quedarse en las ramas, tomar por las hojas el rábano del progreso, que ellos, en
su cretinez, confunden con hacer lo que les salga de sus escasos órganos
reproductores, y parlotear, chillones como rameras, cuando alguien les lleva la
contraria. No son, en el fondo, mas que niñatos malcriados y ególatras, a los
que nadie les dio un sopapo a tiempo, ni les dijo que, si se dedicaban a tocar narices ajenas, llegaría el momento de que alguien le tocara las suyas.
Y los que estamos fuera de ese
circo -que somos cada vez más aunque, por desgracia, todavía mal avenidos- nos
descojonamos de risa.
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